Capítulo 15.

12 0 0
                                    


𝄞—Vancouver—𝄞

—¡ALANA USME GUTIÉRREZ DE LA TRINIDAD!—la histérica voz de mi mamá me hizo apartar el celular con fastidio. Bien, me iba a quedar sin oído y ahí sí, oficialmente, no serviría para nada.

—¿De la trinidad?—arquee una ceja.
—No sabía que tenía otro apellido.

—¡De la mentirosidad, será!—parecía enojada. Esa palabra ni existe. Rodé los ojos. —¿Se puede saber por qué carajos no me habías contado que estabas en un proyecto musical?

Bien. Tenía razón, era mi mamá y había sido la última en enterarse.

—Lo siento, mamá. Es que todo sucedió muy rápido y cuando menos pensé me vi en una entrevista, siendo reconocida—bufé. —Te juro que no había tenido tiempo de contártelo, y sé que también no debió haber sido así.

Después escuché que sollozaba.

Cabía resaltar que lo sensible se lo había sacado a ella.

—Mi muchachita—sollozaba como si fuera lo más dramático del mundo.
—Mi bebé se creció...

Rodé los ojos.

—No sabes lo maravilloso que fue verte ayer en ese programa—sus palabras salían llenas de sinceridad y entonces mi corazón se apretó.
—Salté de alegría. Tu hermanita, tu papá y yo estamos muy orgullosos de ti.

Tragué grueso el nudo atado a mi garganta. Pero la mirada de Jacob desde su cama me hizo sentir más fuerte. No sé porqué el ver su cabello más despelucado de lo normal por haberse acabado de levantar, su abdomen desnudo, mostrando por primera vez los tatuajes de sus brazos, me dio la fuerza que necesitaba.

O la excitacion... Vale, no.

—¿Alana?

Volví a la tierra.

—¿Sí?—murmuré sobre el teléfono.

Seguía mirándolo. Él tenía su cara de recién levantado pero aún así me miraba buscando alguna señal de alerta en mi cara.

—Que te amamos hija—mi madre seguía llorando. —Que me alegra saber que estás cumpliendo esos sueños que de chiquita alguna vez me comentaste—no la veo pero estoy segura que sonríe. —¿Te acuerdas cuando me decías, mamá yo quiero entrar por el televisor? O cuando cantabas en tu habitación diciendo que querías ser cantante. Nunca lo podré olvidar.

Oh sí, cómo olvidar cuando no tenía tantas inseguridades y quería ser de todo. Pero ahora me pesa el hecho de no hacer las cosas bien.

Es la maldita idea de la atelofobia.

Te mereces esto y más, hija. Disfrutalo—¿en realidad me lo merecía?

—Te amo más, mamá—intenté sonreír cuando la voz me flaqueó.

—Y gracias por esas palabras tan bonitas que dijiste ayer, hija—suspiré al sentir casi su aroma en mi oído.
—Me llena el alma saber que te está yendo de maravilla. Y por supuesto que eres nuestro orgullo.

Después de que hablara con papá y me felicitara, me pasó a mi hermanita. Una lágrima cayó cuando me dijo lo feliz que se sentía de verme en una pantalla, cuando dando suaves grititos me dijo que estaba orgullosa de mí y que yo era su ejemplo a seguir. Que cuando creciera quería ser como yo.

Te aseguro hermanita que no quieres ser una persona llena de inseguridades y pensamientos autodestructivos. Créeme.

Pero aún así le seguí el juego y dí por zanjada la conversación con un te amo.

Broken smile. Where stories live. Discover now