Capítulo 25.

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𝄞—Universo—𝄞



Siento una profunda mirada sobre mi rostro, esa sensación de que alguien te observa minuciosamente mientras duermes, mis ojos se van abriendo lentamente hasta que noto quién es ese alguien. Una sonrisa tímida adorna mi rostro y me acerco rápidamente para darle un beso en los labios.

Jacob está acostado sobre la almohada causando que su cabello se pose despelucadamente en su frente, tiene el abdomen desnudo y cuando mis ojos bajan para querer ver más, lo tapa una cobija, la misma cobija con la que estoy cubierta yo, o más bien, mi cuerpo desnudo. Mi cabeza está sobre su pecho sintiendo en la sien el latido desenfrenado de su corazón, mi mejilla roza con su calor y se me hace inevitable no querer cerrar los ojos. Él es tan acogedor.

—Buenos días, rarita—susurra en mi cabello y deja un beso, causando mi estremecimiento.

—Buenos días—sonrío dejando un beso en su pecho. Él me abraza y sus dedos curiosos se deslizan por mi espalda.

Mis ojos van hacia su cara, sus perfectos ojos cafés claros me deslumbran, su nariz perfilada me pone loca y sus labios son mi perdición. Le sonrío y él me sonríe.

El frío viento se cuela por la ventana haciéndome caer en cuenta que tal vez son pasadas las seis de la mañana, parece muy temprano. Lo confirmo cuando miro por ella.

—Me despertó tu mirada—acuso. Era increíble que no tuviera universidad y me haya levantado temprano.

Él ríe suave.

—¿Te incomoda mi mirada, rarita?—arquea una ceja y mira hacia el techo. Me hace desviar los ojos hacia su mandíbula, esta es pronunciada y perfecta. —Simplemente soy un niño inmaduro que mira su regalo más preciado que le trajo papá noel.

Mis mejillas se llenan de color inmediatamente.

—Porque fue un veinticuatro de diciembre que conocí el cielo—sonrío disimuladamente. —Tú fuiste mi regalo.

Rodeo su abdomen con mis brazos y lo aprieto.

—Eres tan lindo.

—Y tú tan rarita y preciosa—contraataca.

Mis ojos llenos de ilusión se van deslizando por su cuerpo con una enorme sonrisa, con los dedos toco cada uno de los pequeños tatuajes de sus brazos y abdomen. Él parece estremecerse. Mis caricias lentas y curiosas se detienen al notar unas leves marcas sobre su muñeca, dejo mi dedo ahí y mi sonrisa se desvanece. Mi corazón pasa de estar en paz a experimentar un sentimiento de dolor. Mi vista se fija en sus ojos, él traga grueso y aparta su mano.

Con una fuerza inmensa pero a la vez con delicadeza vuelvo a atraer su mano, dándole una mirada comprensiva. Mis caricias se tornan lentas y simplemente las palabras no me salen, se quedan atascadas a mi garganta mientras evado su mirada para no hacerlo sentir mal.

Suspiro pesadamente tocando sus cortadas, moretones, heridas todavía no sanadas y un par de aruñones. Ahora soy yo la que trago saliva.

—Perdón—susurra. Cierro los ojos y niego con la cabeza. —Lo siento.

—¿Por qué lo sientes?—me sale en un hilo.

No lo miro. Quiero que sus palabras calmen esa sensación de preocupación que empiezo a sentir.

—Es que... recaí—me gusta el hecho de que me hable como si me conociera de toda la vida y que conociera a ciencia cierta sus problemas internos. Pero me aterra no saber qué hacer. —Solo fue unas cortadas, te lo prometo que no fue más de dos...

Broken smile. Where stories live. Discover now