Capítulo 30.

3 0 0
                                    


𝄞—Noche de olvido—𝄞

La noche había terminado de lo mejor. Tanto, que Jacob estaba a punto de dormirse estando frente a mí. No me sentí ofendida, por el contrario, me reí demasiado y sentí un poco de pesar porque tenía sueños acumulados. Estuve a punto de tomarle una foto, lo juro.

Regresamos caminando de vuelta al hotel sin pasar desapercibido la luminosidad tan increíble que adornaba la calle. Yo estaba muy emocionada, contenta. Hablábamos entre risas hasta que llegamos a nuestro destino.

Subimos las gradas un poco ebrios, riéndonos y pisando mal. Sentía mis mejillas un poco rojas por la cerveza que habíamos tomado. Así como Jacob tenía su cabello completamente desorganizado.

—Rarita, ¿quieres casarte conmigo?—balbuceó por lo bajo. Él recargó su peso en mi hombro y abrí con torpeza el seguro de la habitación.

Reí con destreza y cuando entramos, él se tumbó en la cama y yo aproveché para sentarme a su lado y quitarme los tacones.

—Sí, pero no se lo digas a nadie—tapé mi boca con una risa baja. Él suspiró cerrando sus ojos.

Eran tal vez las tres y media de la mañana, no había demasiada bulla en el lugar. Se sentía una paz inmensa, paz que Jacob generaba.

—¿Sabes? Quiero dedicar todas mis noches en vela observando tu rostro a mi lado, o recostada en mi pecho. Quiero tener miles de mocosos corriendo por nuestro jardín, yo-yo quiero casarme contigo—soltó un eructo al final. Lo que dañó todo el romanticismo.

Sin quitarme el vestido, me acosté sobre su pecho riendo por su cochinada. Él parece que no lo notó, pues su boca estaba un poco entreabierta y no tenía signos de cordura.

Con una sonrisa fui cerrando los ojos, y no tuve más remedio que suspirar.

(...)

—¡Italia nos espera!—grita Tash subiendo al avión.

Nos tuvimos que levantar temprano para organizar nuestras maletas porque ya adivinarán a quiénes se les olvidó empacar maletas una noche anterior.

Ahora ambos tenemos una cara de limón que no puede con nosotros debido al dolor de cabeza.

—El aura está como pesada por acá
—ironiza Nicolás. Yo ruedo los ojos tapándome del bendito sol, mientras Jacob tiene recostada la cabeza en el espaldar con sus gafas negras.

—Bueno muchachos, no hace falta recordarles que abrochen sus cinturones—puntualiza Lily.
—Buen viaje, nos vemos en Italia.

Ésta entra a la zona delantera que se pierde por las cortinas. Yo suspiro sintiendo un poco de nervios y también recuesto la cabeza.

Jacob lo nota y aprieta mi mano haciéndome sentir reconfortada.

Es justo lo que necesito para cerrar los ojos y pensar en cosas más bonitas que viajar en un avión.

(...)

Llegamos a Italia, el mismo protocolo y sonrisas de la gente recibiéndonos. Mi sonrisa se ensanchó cuando alguien me habló italiano. Sabrá Dios que dijo, pero siempre ha sido un idioma que me ha interesado y así mismo su cultura.

Cuando estuvimos en el hotel, nos despojamos Jacob y yo como si no hubiese un mañana. Ya estaba por terminar el día y al siguiente teníamos otra presentación. ¿Adivinen quién se sentía preparado para dar una presentación? Exactamente, nadie.

Broken smile. Where stories live. Discover now