Capítulo 33.

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𝄞—Emociones encontradas —𝄞



El otro día amanecí con muchas lágrimas en los ojos. Había tenido pesadillas con fuego y mucha algarabía. Justo como lo vivimos Jacob y yo días antes. Brenda no se dió a esperar para venir a sobarme la cabeza, escucharme llorar y decirme que todo iba a pasar y que ella estaría conmigo.

Había tenido una crisis que duró más de una hora, lloraba con fuerza y tocaba la inexistente barriga con mis manos pensando en que el feto que estaba creciendo dentro de mí le podía suceder algo malo.

Pero Brenda se puso en la tarea de hermana incondicional, me cocinó, escuchamos música y me contó una de las muchas historias que me hacían reír a carcajadas. A su lado todo se sentía genial... Pero aún me faltaba algo. Y era él. Su risa, su compañía, sus abrazos, sus apodos y su manera de demostrarme lo mucho que me amaba. Ahí era donde me daba cuenta que no había felicidad completa, porque él hacía parte de ella.

Así pasamos todo el día, en la tarde vimos un par de películas y cayendo la noche comimos como marranas.

—¿Y si pensamos en nombres?—inquirió Brenda, estando acostadas en la cama después de risas y mirando para el techo. —O bueno... En qué podríamos hacer de temática para tu fiesta...

Arrugué la frente.

—Yo no quiero fiesta—aseguré. —Y de nombres, pues... Si es niña, me gustaría Alasha. Si es niño....

Brenda me interrumpió.

—¿Alasha? Que nombre tan feo, ¿Por qué no le pones como su querida tía Brenda? Es maravilloso—dijo inocentemente.

—Ush no, que nombre tan asqueroso.

Ella abrió la boca dolida.

—Me gustarí...

Nos interrumpió el timbre, que tocaba desesperadamente.

Inmediatamente nos miramos y mi corazón empezó a saltar del miedo.

—No abras, por favor. No lo hagas—le dije con los ojos abiertos. Ella se acercó a mí y me dió un abrazo.

—Voy a revisar quién es, por favor no te muevas de aquí.

Negué con la cabeza.

—No vayas, te pueden hacer daño.

Ella me soltó suavemente y salió de la habitación dándome una mirada comprensiva.

Mientras esperaba con ansias, me voltee para observar la ventana, dándole la espalda a la puerta. Fue cuando escuché unos pasos sigilosos caminar por las gradas y mi única reacción fue quedarme perpleja. Solo hasta que sentí que alguien se sentó detrás de mí en la cama, su aliento chocó con el mío e inmediatamente lo reconocí. Ese aliento... Mis vellos se erizaron cuando sentí su voz susurrarme en el oído.

Hola, mi rarita.

Me voltee rápidamente para asegurarme que era él, cuando lo vi con esa preciosa sonrisa me tumbé sobre él y lo abracé sollozando.

—¿Qué haces aquí?—susurré con mis labios en su cuello, apretando mis brazos fuertemente al rodear su torso.

—Después de rogarle a esos doctores quinientos mil ochocientas treinta y dos setena billones cuarenta y tres, se resignaron. Estaba muy cansón, así que no me aguantaron y pues aquí estoy—alzó sus hombros e inmediatamente se me formó una sonrisa al apreciar la tranquilidad con la que expresaba sus palabras. Su cabello cayendo en su frente y esa mirada tranquila que me brindaba, era lo que necesitaba para sentirme como en casa.

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⏰ Última actualización: Jun 20, 2023 ⏰

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