Capítulo 1 parte B

176 18 4
                                    

Con pasos maquinales, Terruce transitaba de nuevo por las avenidas de la ciudad; y al pasar por uno de tantos negocios, se detuvo para mirar tras el cristal.

Hermosos vestidos de novia ocupaban el aparador. Y sus enigmáticos ojos azul índigo se posaron en uno específicamente, traicionándole la razón al imaginárselo puesto sobre...

Ni tiempo se dio en pronunciar su nombre, porque rudamente sacudió la cabeza para borrarse la imagen nunca realizada.

Posteriormente, él se llevó las manos al rostro y lo frotó con desesperanza.

Después de lanzar un fuerte resoplido, el joven retomó su caminar, y de voluntad se hizo para no pensar en ninguna de ellas; sin embargo, le resultaba imposible, y de nuevo su mente se cuestionaba:

— ¿Qué hacer? Es cierto que di mi palabra de quedarme con ella, pero... ¿atarme legalmente cuando mi corazón todavía siente dolor y llora por el amor que no pudo ser? Además, Susana debe entender que...

Una vez más, él detuvo sus pasos para reprocharse:

— ¡Qué egoísta eres, Terruce, cuando ella ni por un instante hesitó al arriesgar su vida por la tuya! Entonces, ¿por qué tú no haces lo mismo? Candy no volverá. Ella ya es feliz en donde está. Tú lo viste. Tú se lo pediste, ¿recuerdas? ¡Así que, no seas cobarde y cumple ahora tu promesa de también ser feliz! ¡Oh, rayos! — zapateó el concreto. — ¡¿Pero a quién quiero engañar?! Mi amor por ella es superior a mis fuerzas. ¡No puedo! ¡No puedo traicionar mis ideales! ¡Yo había jurado no amar de la misma manera que mi padre lo hizo! ¡No puedo hacerlo! ¡Susana, perdóname! ¡Tú también hazlo, Candy!

Esa lucha interior debatió en el muchacho por largo tiempo; y Terry cada vez estaba más convencido que casarse con Susana sería un garrafal error. No obstante, el destino metería nuevamente sus narices cuando...

Los Shuberts no tuvieron tiempo para atender al actor ese día.

Frustrado y sin muchos deseos de nada, Terry emprendió camino hacia su departamento, encontrándose ahí con la novedad:

— ¡¿Qué ha dicho?!

— La señora Marlowe vino y me indicó ponerlo en renta diciendo que usted viviría con ellas.

— ¡Increíble!

La molestia que Terruce demostraba hizo que la nerviosa portera resolviera rápidamente:

— ¡Mañana mismo pido que desalojen su vivienda!

— ¡Mañana! — irónico había espetado. — Y mientras tanto, ¡¿yo dónde dormiré?!

— Si no le incomoda, podría pasar la noche en la recámara de mi hijo pequeño.

Aunque el ofrecimiento había sido sincero, el joven no quiso ser más grosero y optó por decir:

— De todos modos, muchas gracias, señora.

Terry también se despidió dirigiendo ahora sus pasos hacia el hotel más cercano: el Royal, aquel donde un día reservó habitación para Candy.

. . .

A pesar del confort de la cama, Terry no podía conciliar sueño. Candy, Susana y el trabajo ocupaban principalmente sus pensamientos. Pero al recordar a la madre de Marlowe, el desempleado muchacho se enderezó y furioso comenzó a despotricar. Se sentía cansado de tanta manipulación; y de él mismo empezó a burlarse al ser ni más ni menos que el títere favorito de ella. Sin embargo, continuaría siéndolo, ya que...

La señora Marlowe había dejado a solas a la pareja; y después de haber visto partir a la joven visita y ayudado a su hija con su fino camisón, ahora cuidadosa y amorosamente cepillaba la larga cabellera de Susana quien miraba por el reflejo del espejo a su madre la cual le observaba:

— Te veo feliz.

— Lo estoy. Terry ha regresado. Ha vuelto a mi lado. Continuó prefiriéndome.

— ¿Y qué te contó? ¿Cómo le fue en "su dichoso viaje"?

— No quise hostigarlo con ello.

— ¿Eso quiere decir que tampoco le mencionaste lo del matrimonio?

— Una indirecta sí le hice llegar.

— ¿Y cómo reaccionó? ¿qué te dijo?

— Reacción ¡por supuesto que tuvo! pero no le di tiempo de nada.

La mujer que ya llevaba segundos mirándole, terminaría de escuchar:

— Por el momento.

— Y por su bien, espero que sea inteligente y acepte casarse contigo.

— Y si no quiere, actuaremos como ya lo hemos venido planeando.

Susana sonrió ampliamente; y más, al completar su madre:

— Sí —. El dorado cepillo que se sostenía se aparentó con un globo: — ¡lo presionaremos tanto, que no tendrá más opción que darnos el sí!

Las risas burlonas de aquellas habían aparecido en el finalmente conseguido sueño de Terry. Habían sonado tan reales que lo hicieron despertar. Empero, al ver la claridad en la habitación y no a ellas, el joven revisó la hora y se dispuso a asearse para regresar de nuevo a las oficinas teatrales de los importantes productores, pero...

Dos horas exactamente llevaba esperando; y quince minutos más tarde...

— Lo siento. Los señores salieron de emergencia. Vuelva más tarde. ¿Señor Phillips? —, el nombrado se levantó. — Pase. En seguida lo atenderán — dijo la inepta secretaria que se dispuso a regresar a su área de trabajo.

Las personas que también aguardaban en la sala de espera, con insistencia lo miraban a él; y la sensación de verse como un auténtico estúpido creció en el castaño cuando vio a una segunda mujer acercarse a la tercera y cuchichearse mutuamente al oído.

Sintiéndose humillado, Terry rápidamente dejó el lugar. Y ya estando afuera:

— No debo desesperar. Una puerta se ha cerrado, pero hay más. ¡Debe de haber más!

No obstante, ninguna en el futuro se abriría para él. ¿Por qué? Porque Susana Marlowe era nada menos que sobrina, aunque lejana, de Los Shuberts, lo que también influyó para que él, después que demostrara por sí solo su enorme capacidad, fuera aceptado en la compañía Stratford; así que, mientras Terry no se decidiera a casarse con la ex actriz, teatro que pisara, tenía la orden de rechazarlo no importando lo bueno que fuera en la actuación ni la mina de oro que representaba, pero eso sí echándosele en cara... ¡su gran irresponsabilidad!

CAPRICHOSO ES EL DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora