Capítulo 5 parte A

114 13 1
                                    

Eliza Legan seguía presumiéndose así misma como amiga y fiel admiradora de Terruce Granchester; pero últimamente, el millonario William Albert, le estaba robando el sueño y el título de tío ya lo quería cambiar por... mío; y es que, cuando la señora Legan sugirió a la señora Elroy que su hija sería la perfecta compañía para el rubio mientras éste se animaba a conseguir esposa, a la bisabuela, que también lo quería tan lejos fuera posible de Candice White, no le pareció tan mala la idea y ordenó que a reunión social que los Andrew fueran invitados, sobrino y nieta forzosamente debían presentarse juntos.

Al principio, el magnate bancario no puso objeción, al fin y al cabo, la pelirroja era parte de su familia; sin embargo, con el paso del tiempo, para Albert, la chica ya era esa molesta piedrita en el zapato.

En cambio, para Eliza era el hombre que toda mujer soñaba y envidiaba tener. Y como ya se había propuesto que el joven rubio sería para ella, fémina que se acercara a él o viceversa, hallaba el modo para hacerla correr, contrario efecto que la joven Legan causaba en los demás hombres, ya que su belleza exterior había aumentado, ¡lástima que su interior seguía igual! porque la jovencita de eso se aprovechaba: para ignorarlos por completo o aceptar primero sus invitaciones y luego darse el lujo de rechazarlos.

Claro ejemplo, como el de ese día que los amigos casualmente se encontraron.

La noche anterior Albert asistió a una cena de negocios; y tal como lo demandara la señora Elroy, Eliza había ido a su lado.

En la casa del anfitrión, la pelirroja conoció al hijo de un senador.

El joven, para qué mentir, sí era un poco agraciado el infeliz, pero su dinero lo hacía verse un real y hermoso mancebo. Así que, la muchachita, argumentando que no conocía la ciudad, aceptó la invitación para salir de paseo al día siguiente; y justamente la pareja visitaba el zoológico cuando Eliza vio al apolíneo de Albert.

Por ende, con la excusa de tener el antojo de un refresco, el caballeroso acompañante de Eliza, de inmediato acató la orden, mientras que ella, no importándole dejarlo botado, se dispuso a seguir a su tío que ya se acercaba a Terry.

. . .

La arrogancia en su mirada y la exagerada coquetería que empleaba en su andar conseguía que los visitantes de ese parque, como imanes, la voltearan a ver, llamándoles extra su atención, la presencia de los reconocidos personajes, siendo precisamente ese el motivo por el que Terruce, además de no soportar la presencia de su ex compañera de colegio, huyera de ahí sin siquiera haberse despedido del que según era su amigo.

Por supuesto, su grosera actitud contrarió totalmente a Albert quien de Eliza quiso saber:

¿Cómo es que supiste que estaba aquí?

Yo, bueno...

¿Viniste sola? — preguntó Albert el cual se había dedicado a buscar a una empleada.

¡No! — la pelirroja respondió para luego astutamente maquinar: — El chofer del hotel me trajo; y es que, como te vi salir, le pedí que te siguiera hasta aquí.

¿Por qué?

¡Porque me aburro mucho estando encerrada, tío!

Eso precisamente deberías explicar y hacer entender a Sarah o la tía Elroy.

¿Tanto te molesta mi compañía?

Lo digo para que te evites este... "tu aburrimiento"

No lo estaría si me llevaras contigo a todas partes, y no únicamente a los eventos, que, por cierto... —, la melosa confianzuda joven se colgó del brazo masculino y le recordó: — tenemos uno para esta noche, y debo ir a que me arreglen el cabello; ¿no te molesta si nos marchamos?

Aunque sí, Albert la guió hasta la salida, pero al darse cuenta de la mentira que le echaron, Eliza, de nuevo fue hábil al excusarse:

Le di orden de que se regresara, ya que yo volvería contigo —; el que había llegado ahí a pie; por lo tanto, así se devolverían hasta el hotel.

La chica, siempre acostumbrada a la comodidad, no le pareció tan mala la idea; y el largo trayecto lo aprovechó para disfrutar a solas de su compañía y cercanía, además de conducirse altanera cuando la pareja era observada, con admiración y envidia combinadas, por los transeúntes.

Por su parte, Albert iba sumergido en mil cuestionamientos concernientes únicamente a Terruce; y es que, a su parecer, siempre creyó haberlo conocido; sin embargo, escasos instantes le bastaron para darse cuenta que no era así, notando el primer y obvio cambio: el físico alto del actor; luego, al confrontarse con su fría y despectiva mirada, y por último lo cortante de su voz y lo indiferente de su comportamiento.

Eliza que también los había notado, los tomó para hacer conversación.

A pesar del tiempo, la arrogancia y prepotencia de Terruce Granchester ha aumentado como lo ha hecho su fortuna. Dicen los medios del espectáculo, que de haber tenido un hijo, éste no iba a necesitar trabajar lo que sería... ¡por el resto de su vida!

¿Eh? — Albert hubo sido sacado de su letargo. — ¿Qué hijo?

El de Terruce, Albert.

¡¿Terruce tiene un hijo?! — el rubio se detuvo abruptamente para escuchar de su informante:

¡No, tío! — la sobrina lo hizo caminar otra vez. — Dije que si lo hubiera tenido, además, Susana Marlowe nunca pudo darle uno, y cuando así fue, murió.

¿El niño?

No, Susana Marlowe.

Entonces, Terruce podría... ¡Candy!

El interior masculino gritó el dulce nombre con cierto temor; pero Eliza que lo miraba quiso saber de él:

¿Pasa algo, tío?

¿Cuándo murió?

Es reciente su desaparición.

La pelirroja hubo sido honesta en su contestación; más, debido al repentino interés proyectado agregó:

Ha declarado a los medios de comunicación que sólo cubrirá las presentaciones de esta noche y se retirará por un tiempo para hacer un largo viaje fuera del país.

¿Tanto así le ha afectado su muerte?

Albert se sintió más tranquilo al combinar lo extraño de su comportamiento con su duelo; no obstante, Eliza cómo deseó la presencia de su enemigo favorito para decirle:

¡Por supuesto! Los últimos años se le vieron muy felices. Es lógico que quiera guardarle luto, y qué mejor que lejos de los lugares que le recuerdan su presencia.

Entiendo.

Iremos a verlo para darle personalmente el pésame, ¿verdad?

Albert, como lo había dicho en su carta, lo que más quería en ese momento era regresar a Chicago para visitar precisamente a Candy antes de que otra cosa se presentara; sin embargo, tampoco podía ser desobligado ante sus compromisos de trabajo, así que, de él se escuchó un:

... respuesta que puso muy feliz a la perversa pelirroja que tenía de su lado al destino, a Albert y a Terry, aunque a éste, sólo lo tuviera por esa noche.

CAPRICHOSO ES EL DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora