Capítulo 8 parte B

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Por momentos el castaño sonrió malévolo; luego serio enteraba:

Sin embargo, madre, debo mantener mis ojos en ella, porque no quisiera que por mi culpa, inocentes pagaran por nuestras locuras.

¿De qué hablas?

No puedo revelártelo; es secreto... por el momento.

El beso apretado que Terry le dejara en la mejilla, además de la sonrisa y la mirada que su hijo le dedicara, Eleanor Baker lo entendió como bueno.

Tal vez ¿Candice? la diva lo pensó para sí e iba a preguntárselo cuando...

La señora Marlowe tocó la puerta del improvisado aposento de su yerno.

Éste que la atendió, le dijo con acento rudo:

¿Qué se le ofrece?

Mi hija necesita un libro para leer. ¡Todo esto que usted ha provocado, cuando pudieran vivir en paz caray, la tiene con los nervios de punta y sólo la lectura puede calmarle!

La reprochadora y astuta mujer intentó ingresar; mas, el ocupante le impidió el acceso, y descortés le cerró la puerta, porque en sí, la suegra Marlowe había sido enviada por su hija para saber con quién estaba el castaño y si fuera posible enterarse de qué hablaban.

Eleanor Baker que vio un divertido e infantil acto por parte de Terry, —el cual primero pasó todos los seguros de la puerta, además de atrabancarla con una silla donde se sentó y se cruzó de brazos—, rió junto con él. No obstante, para la diva, esa sería la última vez que viera a su hijo sonreír, porque...

. . . . .

El vientre de Lucy, con cada mes que pasaba, lucía más abultado; y la natural felicidad que se había apoderado de su rostro llenaba de mayor resentimiento el ser y corazón de Susana quien curiosamente había colocado bandera blanca en su casa.

Terry, aún así, siempre estuvo alerta; y mayormente, cuando se le invitaba a visitar la residencia del abuelo que en el último mes su salud había desmejorado.

La señora Marlowe quien debía atenderlo, sin vacilación se acercaba a su yerno para pedirle estar al pendiente de su hija, mientras ella lo estaba de su padre, que en su lecho se lamentaba de no poder llegar al noveno mes para ver el nacimiento de su hijo del cual auguraba sería un varón.

Y como varones que eran, en una privada plática, precisamente a Terry se le solicitó protegiera del bebé, prometiéndoselo el actor que también ya se le estaban cociendo las habas por conocer al hijo de quién. Sin embargo...

Susana, envuelta de zalamería, una actitud no sorprendente en ella, al llevar la cuenta del arribo de la criatura, aprovechando que Terry se ausentaría por cuestiones de trabajo, organizó una reunión para celebrar a Lucy.

Ésta, sorprendida y alentada por su esposo de no rechazar la atención, aceptó; pero eso sí, para llevarse a cabo el evento en su casa.

La rubia nieta para nada puso objeción y así lo hizo, luciéndose con la decoración cuando llegó el día.

El escaso grupo de mujeres invitadas arribaron puntuales al lugar y rápidamente llenaron la mesa con regalos.

Y en lo que ellas aguardaban en la sala y comentaban del florido arreglo, Susana, finalmente ayudada por una muleta, apareció en la planta alta acompañada de la festejada, que ganas le estaban dando de cancelar toda esa burla debido a malestares que se habían presentado al momento de dejar la cama por la mañana.

Apoyándose del barandal, Lucy, con un interés por preguntar a una de aquellas mujeres mayores si esos cólicos que tenía eran normales, comenzó a descender.

Pero la embarazada no había terminado de dar el segundo paso, cuando una fuerte contracción se le presentó, haciéndola doblar del dolor.

Sabiendo que iba a caer, la futura madre intentó sujetarse de Susana, más ésta en su condición inválida, no pudo hacer mucho por ella y las dos rodaron escaleras abajo convirtiéndose la reunión en una verdadera tragedia, ya que...

Debido a un horrible clima en la parte norte del estado, Terruce no concluyó su viaje.

Cancelado su trabajo el castaño regresó a casa; pero el silencio que imperaba lo obligó a preguntar por su esposa.

Informado de su paradero, el castaño, veloz partió hacia allá, encontrándose con la noticia de...

¡Terry! ¡Mi abuelo!

Socorrida por sus amistades y yaciendo recostada en el sofá, Susana había chillado y extendido sus brazos a él que mirando a las presentes, con desconfianza y gallardía, se acercó al llamado para ser enterado:

¡Se va a morir!

Fingiendo un sentimiento que no sentía, Terry la consoló.

Lo siento, querida.

Pero al verle los golpes en el rostro y brazos, él cuestionó.

¿Qué te ha pasado?

Las visitas que lloraron ante su pregunta, lo hicieron repetir:

¡¿Qué ha pasado?!

La alteración de su voz hizo que se respondiera:

Lucy, oh, la pobrecita Lucy. No pude ayudarle y caímos por las escaleras. Ahora está debatiéndose entre la vida y la muerte.

Susana lloró más, y los ojos de Terry se posaron impulsivamente en una habitación de arriba; sin embargo, el movimiento estaba abajo y sólo empleadas entraban y salían del despacho.

Rato después, apareció la señora Marlowe anunciando que su padre no resistiría la terrible noticia.

¡¿Qué noticia, mamá?!

El bebé, Lucy... han muerto.

¡¿Qué ha dicho?! — lo gritó Terry; y porque lo hizo se le pidió:

¡Terruce, por favor, usted vaya a decirle que...!

La magdalena y confianzuda suegra se abrazó de él quien fijó su mirada en el lugar donde realmente yacía sin vida Lucy.

Pero como las visitas comenzaron a darle el pésame, la señora Marlowe fue retirada de su lado; y Terry, sin pensarlo, se dirigió adonde el despacho; no obstante, estaba por abrir la puerta cuando la última y lloriqueante empleada llevando las mantas ensangrentadas la abrió por él y le confirmaba:

Se han ido, patrón. Se han ido.

Él debía comprobarlo. Era morboso, pero sus ojos debían verlo; y estaba a punto de hacerlo cuando Susana Marlowe armó tremendo teatro que se lo impidió.

CAPRICHOSO ES EL DESTINOWhere stories live. Discover now