Capítulo 8 parte A

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Susana se había engañado a sí misma. El haberse mantenido firme frente a él, le dio la creencia de que era muy fuerte; sin embargo, con cada segundo que pasaba, el seguir guardando para sí el secreto del apenas descubierto engaño de Terry ¡su Terry! le estaba resultando extremadamente pesado.

¡Tanto que había hecho para separarle de Candy! — se decía. — Tanto que había luchado para finalmente conseguirle, que ¿cómo era posible que ahora Lucy, con la mano en la cintura, se lo hubiera arrebatado?

La rabia que ya le carcomía por dentro, acrecentó en Susana al revivir ese momento en que los vio besándose tan apasionadamente.

La frustración de no haber sido ella quien estuviera recibiendo sus besos ni sus manos las que le acariciaran como lo había visto hacerlo, la descargó sobre el espejo, ya que según Susana su propio reflejo se estaba burlando de ella.

Terry, no pidiendo autorización para entrar al no obtener respuesta por parte de ella, primero vio los vidrios hechos añicos en el suelo, y luego a Susana que yacía parada y apoyaba sus manos en la pared.

¿Estás bien? — él de nuevo preguntó; y debido a que fue ignorado: — Voy a llamar a tu madre para que...

Espera, Terry.

Éste así lo hizo para escuchar:

Si no te incomoda, quiero que me ayudes con mi vestido.

Sin oponerse a la solicitud, el joven, esquivando los cortantes cristales, fue hasta ella para que sus dedos comenzaran a trabajar en la hilera de forrados botones que decoraban la parte trasera del traje de novia.

Con cada uno de ellos, Terry iba dejando al descubierto el cuerpo níveo de Susana que claramente percibía, o se imaginaba tener la penetrante mirada del actor en su desnudez.

Considerando había liberado lo suficiente, el castaño intentó alejarse; no obstante, la rubia al tratar de girarse sobre su único pie para deshacerse totalmente de su prenda, falseó.

Para que no cayera al piso donde los peligrosos vidrios, él avanzó para atraparle lanzando un ligero ¡ay, me corté!

Las manos masculinas le ardían en la piel y gracias a la aproximación, Susana, urgida de amor y de un deseo que en su vientre nacía, saltó a la boca de Terry.

Éste como pudo se liberó para sugerirle:

¿No deberíamos esperar a que el sacer...?

¡Si el sacerdote no llegó, ese no fue mi problema!

La rubia, frustrada, se zafó para mostrarle:

¡Yo también soy joven y bella y no quiero esperar más!

Terry, en lo que buscaba una prenda para cubrirla, dijo:

Tendrás que hacerlo, porque yo en estos momentos...

¡¿Me rechazarás?! ¡Ni siquiera te atrevas, Terruce Granchester porque lo lamentarás!

¡Vaya, vaya! Así que, finalmente has decidido quitarte la careta para mostrarte tal cual eres. Pues bien, dime, Susana, ¿con qué artimaña me forzarás para que yo te haga el amor?

Yo... no sé de qué me hablas.

Susana, aturdida, atrapó la bata que le ofrecieron; y cubriéndose con ello, oyó claramente:

Oh, sí. Sí lo sabes. ¿O es que acaso creíste que nunca descubriría tus trampas?

¡Ella te lo reveló, ¿verdad?! —, sus ojos azules habían destellado odio, pero Terry disimuló:

CAPRICHOSO ES EL DESTINOWhere stories live. Discover now