Capítulo 7 parte B

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El anuncio en el periódico había resultado, al principio una buena idea; después, se tornó mala ya que algunos vivales, primero cobraban la recompensa que se había ofrecido argumentando sus necesidades, y a la mera hora se iban sin haber contribuido en nada.

Por lo tanto, sólo podría hacerles el milagro un alma generosa.

Ésta, que llevaba tiempo mirando los mensajes de ayuda, comentó a quien, tendido sobre el sofá de una elegante sala, trataba de dormir.

— Aquí está de nuevo el anuncio, hijo.

— ¿Cuál de todos?

— El donador de sangre.

Mostrándose indiferente, el oyente se acomodó de lado dándole la espalda a su madre que más que recriminación le imploraba:

— Terry, tú tienes el tipo de sangre que se está solicitando.

— Pero la mía es mala, madre; así que, más que bien, le haría daño a la persona que la necesita.

— No seas cruel contigo mismo ni con los demás.

El despreocupado joven pujó al mismo tiempo que levantó infantilmente los hombros; más, al escuchar:

— Ve y hazlo, imaginándote que pudiera tratarse de tu hijo.

En su posición, Terry abrió los ojos; y su mirada azul se topó con el tapiz de su cómodo lecho.

No obstante, por la rauda velocidad que el actor empleó para enderezarse, Eleanor Baker se apresuraría a decir:

— ¡Perdóname, hijo! ¡No fue mi intención alterarte!

— Está bien; no lo has hecho — dijo el guapo castaño.

La bella actriz al verlo acelerar sus pasos en busca de la puerta de salida más cercana, quiso saber:

— ¡Terry, ¿adónde vas?!

— Voy a...

Con un brusco manotazo, Granchester indicó que no tenía importancia darle a conocer su destino, de todos modos, sus remordimientos, culpas y tristezas lo seguían adonde él fuera. Eran los únicos a los cuales consideraba verdaderamente leales, porque ¡nunca le abandonaban!

Por lo tanto, con ellos a su lado, Terruce comenzó a caminar por una solitaria vereda. Y el silencio del lugar, lo hizo regresar al pasado.

¡Padre! ¡Voy a ser padre!

Así se lo habían declarado los ojos de Lucy quien dejó de sonreír al notar que el actor estaba a punto del desmayo.

Susana, también percatándose de su desmejoramiento, pidió ayuda al mesero que pasaba; pero no había sido necesario porque la fémina voz lo hizo reaccionar.

Al sentirse asfixiado, Terruce solicitó permiso y se retiró.

Afuera, la lluvia seguía cubriendo la ciudad; y al actor no le importó mojarse al cruzar por el jardín.

Sumergiendo sus pies en el inundado pasto, él se dedicó a pensar, perdiendo así la noción del tiempo.

Lucy, logrando escaparse de su compañero y de las mujeres que le daban consejos, con disimulo lo buscó, encontrándolo sentado en un lavadero de aquella área.

¿Estás molesto por la noticia?

Terry giró su rostro a ella, que por varios segundos, se analizó en silencio.

CAPRICHOSO ES EL DESTINOWhere stories live. Discover now