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Cuando Percy entró a trabajar al Ministerio, fue todo un sueño hecho realidad para él. Era lo que siempre había deseado e iba a poner todo su esfuerzo en salir adelante y ser el mejor.
Había terminado su primera semana de prueba y lo cierto es que le había ido de maravilla. Había sido muy agotador, por supuesto, pero no se quejaba en lo absoluto.
El lunes de su segunda semana, llegó a la oficina casi media hora antes que los demás para ponerse al corriente con su trabajo. Estaba tan concentrado que ni siquiera notó lo rápido que pasaba el tiempo y que poco a poco la oficina se comenzaba a llenar.
—Hola —Percy escuchó una muy animada y cálida voz, sin embargo, terminó de hacer lo que estaba haciendo antes de levantar la vista.
Fue todo tan extraño para él. Era una chica, una chica realmente hermosa que nunca antes había visto. Estaba seguro de que sus mejillas habían cambiado de color, igualando el tono de su cabello.
—Hola —habló luego de un momento, tratando de sonar tranquilo— ¿te puedo ayudar en algo?
La chica sonrió. Percy pensó que fue algo realmente hermoso. Después de que terminó con Penélope, realmente no volvió a pensar en chicas. Pero ahora mismo, casi olvidaba cómo respirar.
—Eres Percy Weasley, ¿cierto? —la chica extendió su mano y el pelirrojo rápidamente la tomó.
—Sí, soy yo. ¿Tú eres?
Soltaron sus manos, la chica abrazó unas carpetas sin dejar de sonreír.
—Lo siento. Mi nombre es (t/n). Soy tu compañera de ahora en adelante.
Percy se sorprendió, pero estaba muy contento por la noticia.
—Oh. Eso es... genial —no tenía ni la más mínima idea de qué decir y por un momento se sintió un completo idiota.
Ella dejó salir una corta risa.
—Tranquilo, yo llevo aquí sólo un mes. Pero te puedo mostrar todo lo que sé.
—Eso estaría muy bien.
Al principio fue todo muy incómodo, Percy contestaba con monosílabos y se sonrojaba cuando tenía muy cerca a la chica. Pero poco a poco, su relación comenzó a mejorar. Ambos se habían vuelto muy buenos amigos, aunque Percy sentía algo más por la chica.
Weasley comenzó a soltarse un poco más, dejando de ser tan serio y riendo de vez en cuando. En serio disfrutaba de la compañía de (t/n) y ella también disfrutaba del tiempo que compartía con Percy.
Pero ninguno se atrevía a dar el siguiente paso, ambos querían intentar algo más, pero siempre había algo que lo impedía. Al menos, no había ninguna norma que prohibiera salir con algún compañero del trabajo.
Percy se armó de valor, ese día estaba más que decidido a invitarla a una cita. Después de un año de conocerse, ya era un buen momento, estaba completamente seguro de que estaba perdidamente enamorado de (t/n) y haría lo que fuera por ella.
Ahorró para comprarse un traje y una loción nueva. Estaba seguro que nunca antes en su vida se había sentido tan nervioso.
Salió de casa aún más temprano de lo habitual. Las manos le sudaban y no dejó de acomodar su cabello en toda la mañana. Por primera vez en su vida, no se pudo concentrar en su trabajo.
—Hola, Percy —saludó la chica mientras dejaba sus cosas en el escritorio frente al del pelirrojo— en serio no se cómo logras llegar siempre tan temprano, yo apenas logro levantarme de la cama.
Percy estaba muy nervioso, estaba muy tenso y apenas logró sonreír.
—Me gusta levantarme temprano.
—Por cierto, me gusta tu traje. ¿Es nuevo?
Él asintió. Se sintió contento por el cumplido.
La chica tomó asiento, quedando frente a frente igual que siempre, separados por un par de escritorios. Escuchó a la chica liberar un profundo suspiro y la miró por un momento.
¿Y si lo rechazaba? ¿Y si pensaba que era un tonto? Odiaba esos momentos de inseguridad.
—(t/n) —llamó el pelirrojo.
La chica levantó la vista.
—¿Si?
Se miraron a los ojos un largo momento. Era el momento, debía ser valiente, sólo era una pregunta.
—¿Te gustaría ir a cenar conmigo hoy?
Lo hizo, lo preguntó. Realmente lo hizo.
—Por supuesto, eso me encantaría.
—Bien. Genial.
La tarde continuó llena de trabajo. Siempre estaban de un lado para el otro llenos de cosas que hacer pero habían esos pequeños momento donde ambos se dirigían miradas.
Al finalizar con el trabajo, ambos estaban agotados pero muy emocionado por tener esa cita.
Fue simplemente perfecto para los dos. Pasar el raro fuera de la oficina era algo completamente nuevo, pero que disfrutaron mucho.
Dos, tres y cuatro citas más. Fue en esa cuarta cita cuando Percy se animó a hacer la pregunta.
—Por supuesto que sí —habló muy emocionada la chica, abrazando por el cuello a su contrario.
Había tenido que ponerse de puntillas para alcanzarlo, pero fue el abrazo que más habían estado esperando. Luego fue el beso.
Había sido una sensación cálida y suave pero a la vez adictiva. Todo era simplemente maravilloso.
