Cedric Diggory

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Cedric se despertó de golpe, con la respiración entrecortada y su frente llena de sudor. Tardó casi un minuto completo en sentirse más tranquilo y cuando pudo regresar a la realidad, notó que aún era de noche.

Miró a su derecha, donde se suponía, debía estar descansando su esposa. Pero aquel lado de la cama estaba vacía y Cedric se sintió preocupado por un segundo.

No estaba seguro de por qué, pero había tenido una pesadilla que más bien era como un horrible recuerdo de cuando aún era estudiante y participó en el torneo de los tres magos. En esa última prueba estuvo a punto de morir y se salvó por apenas un poco. Después de eso nunca volvió a ser el mismo. Pero habían pasado años y era extraño que aquel recuerdo llegara en forma de pesadilla justo en ese momento.

Suspiró cansado y se puso de pie luego de un momento de reflexión. Un gran bostezo escapó de lo profundo de su pecho y caminó en silencio por la habitación hasta la salida y luego por el pasillo de su hogar.

Se detuvo en seco al escuchar un pequeña risa pero entonces sonrió y con calma se dirigió a la habitación de su hija. La puerta estaba un poco abierta y se detuvo junto al marco, donde se recargó y se cruzó de brazos.

Allí estaban sus dos chicas. Su linda esposa estaba sentada en el sillón individual de la esquina y su pequeña hija de un año y medio no paraba de reír mientras tocaba el rostro de su madre. Ambas deberían estar durmiendo en ese momento, aunque se sentía un poco culpable por no haber escuchado a la niña llorar y seguramente su esposa no lo quiso despertar.

Los ojos de Cedric se llenaron de lágrimas que trató de retener. Sólo podía pensar en que si hubiera muerto aquella vez... no tendría nada de esto. Él era feliz justo ahora y no necesitaba nada más en el universo.

—Deberías estar durmiendo —murmuró la chica, pero le hablaba a la niña entre sus brazos. Aún no había notado al hombre— tienes demasiada energía y si sigues riendo, vas a despertar a papá.

La menor sólo dejó salir una gran risa y la chica no puedo evitar reír también. Pero casi de inmediato, notó a Cedric. La menor también notó la presencia de su padre y de inmediato estiró sus bracitos hacia el recién llegado.

—Veo que se divierten sin mi —se acercó a las chicas y cuando estuvo lo suficientemente cerca, cargó a la niña entre sus brazos.

—Lo siento. Hace unos minutos comenzó a llorar pero ahora no parece tener ninguna intención de volver a dormir.

—Era mi turno de venir a atenderla, lo siento por no haberla escuchado... creo que tenía el sueño muy profundo.

Cedric besó la cabecita de la niña y la abrazó con cuidado. Aún no se acostumbraba a su fragilidad y temía ser muy duro y lastimarla. Cerró los ojos mientras aspiraba el suave olor a champú de manzanilla. Esa era su extraña manera de asegurarse de que todo era real y no un buen sueño.

La niña acomodó su cabeza en el hombro de su padre y cerró los ojos mientras él se mecía suavemente en su lugar. La otra chica los miró desde su lugar, rendida, pero feliz de que su esposo lograra hacer que la niña volviera a dormir.

Sólo unos minutos más tarde, Cedric dejó a la niña en su cuna y la cubrió con una manta, luego se dirigió a su esposa y la abrazó con fuerza. Ella se sintió confunda por un momento, pero no le negó la muestra de afecto al hombre.

—Andando, regresemos a dormir —le dijo ella, sin romper el abrazo.

Cedric tarareó en respuesta pero no se movió ni un poco, en cambio, presionó a su esposa contra su cuerpo con un poco más de fuerza.

—Te amo, cariño —murmuró Cedric.

—También te amo, Cedric.

Regresaron a su habitación compartida, donde se acomodaron en la cama y esta vez, el hombre no tuvo ninguna pesadilla. Era feliz con su pequeña familia.

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