Harry Potter

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Había sido un día realmente agotador para Harry en la oficina. Aún no se acostumbraba a estar al mando y es que siendo aún muy joven alcanzó un puesto de alto rango muy pronto. Sabía que era capaz de hacer un excelente trabajo, sin embargo, aún tenía que adaptarse a dar órdenes y asignar diversas tareas a sus subordinados.

Sin embargo, esa semana había sido la más estresante de todas, nunca se había sentido tan cansado y agotado física y mentalmente como en ese momento. Sólo deseaba poder regresar a casa y poder descansar adecuadamente al menos un par de horas.

Eran casi las dos de la mañana cuando entró a su hogar, dejando las llaves en el tazón junto a la puerta y su gabardina en el perchero de la sala. Se aflojó la corbata y llevó las mangas de su camisa hasta sus codos para sentirse un poco más cómodo.

Lo único que lo aliviaba en ese momento, era que al menos habían resuelto el caso que había mantenido a toda la oficina con los nervios de punta y por fin podrían descansar, un descanso muy bien merecido. Y no sólo para él, sino para todos los que ayudaron a resolverlo. Muchos se habían quedado por días el la oficina durmiendo un par de horas y sólo regresando a sus hogares para darse un baño y cambiarse de ropa.

Harry no se sorprendió de encontrarse con todas las luces apagadas, era muy tarde y no esperaba que su adorada prometida se mantuviera despierta para esperarlo cuando él mismo le dijo que no estaba seguro de a qué hora llegaría, o si al menos llegaría. Aunque para ser sinceros, le habría encantado que ella lo recibiera y lo llenara de besos en la cara como siempre lo hacía. Tendría que esperar a la mañana siguiente. Decidió tomarse el día libre, así que lo aprovecharía al máximo y ser egoísta por un día.

Potter caminó por los oscuros pasillos, sin molestarse en encender ninguna luz, pues conocía a la perfección su hogar. Caminó hasta la cocina y abrió el refrigerador en busca de alguna bebida que aliviara el dolor de su garganta reseca.

Estaba muy deseoso de tomar un caliente baño para ayudar a relaja sus adoloridos músculos pero no quería ser ruidos y despertar a su amada, por lo que sería otra actividad que dejaría pendiente para el día siguiente.

Tan pronto como encontró la jarra de jugo de naranja que él mismo había preparado esa mañana y que ahora sólo estaba llena en una cuarta parte, la dejó sobre la isla y se dirigió a buscar un vaso. Tan pronto como el dulce y ligeramente ácido líquido tocó sus labios y recorrió su garganta, Harry se sintió mil veces mejor.

Luego, casi sin querer, sus ojos dieron con un plato de comida que antes no había notado por lo cansado que estaba pero que descansaba sobre la isla, sólo a unos centímetros de donde había dejado la jarra. Sonrió instintivamente al ver la nota que decía "te amo". La comida estaba fría, pero tan pronto como se dio cuenta de que era uno de sus platillos favoritos, su estómago rugió ferozmente y decidió comerlo de esa manera. Era simplemente un exquisito sabor y agradecía a su hermosa prometida por haberle dejado aquel plato sólo para él.

No tardó mucho en comer y dando el último sorbo a su bebida, dejó los trastes sucios en el lavadero y frotó su ojo con la palma de su mano mientras se dirigía escaleras arriba listo para descansar. Los ojos ahora le pesaban y apenas podía caminar sin tener que arrastrar los pies pero hizo su mayor esfuerzo por no caerse y quedarse dormido a mitad del pasillo.

En cuanto abrió la puerta de su habitación compartida, sonrió al mismo tiempo que un pequeño suspiro escapaba de sus labios. Ver a su chica durmiendo en su lado de la cama lo hizo sentirse emocionado y tal vez un poco triste. Se quitó la ropa tan rápido como pudo y se colocó algo más cómodo tratando de hacer el menor ruido posible.

Se acomodó en la cama, capturando el cuerpo de la chica entre sus fuertes brazos, ella despertó por un momento, sonriendo ante la presencia de su amado. No fue capaz de decir nada, pero se acomodó en el pecho del hombre, encontrando la calidez que tanto había extrañado. Harry la rodeó con su brazo, tratando de eliminar cualquier espacio.

Le dio un beso en la cabeza a la chica que descansaba sobre su pecho y también cerró los ojos. Era absolutamente lo único que necesitaba en el universo. Aquel dulce aroma inundó sus fosas nasales y no pasó más de un minuto cuando el sueño se apoderó por completo de él.

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