Capítulo 2: El Príncipe Heredero

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—¡Su Alteza!, ¡Su Alteza! —gritó el Goushi a lo lejos con sus manos alrededor de su boca para formar eco: —Su Alteza, ¡no puede sólo saltarse la clase de caligrafía y darla por terminada! ¡No tiene permitido ir al banquete de hoy hasta que complete sus deberes!

Xie Lian se deslizó detrás de un árbol y se puso en cuclillas con una mano sobre la boca, ralentizando su respiración. Sólo cuando ya no oyó más gritos de Guoshi, apartó la mano de su boca, tomando una fuerte bocanada de aire antes de que un repentino escalofrío le recorriera la columna vertebral, paralizándolo en el acto.

—Tu manga sobresalía de tu pequeño escondite —enunció cada palabra con firmeza y con los brazos cruzados contra el pecho. —No sólo fallas en caligrafía, sino que eres terrible en sigilo, ahora ven.

El Príncipe Heredero se levantó y juntó las manos. —Guoshi, ¿puedo jugar un par de horas? ¿Una hora, al menos? Por favooor, quiero descansar y ver qué sucede en el banquete. Hay mucho tiempo para que retome mis clases de caligrafía hoy, por favor, déjame ir.

—No, procrastinar es un mal hábito.

Xie Lian apretó los ojos y suplicó con más fuerza: —¡Por favoooooorrr, Guoshi! ¡Te juro que terminaré todo mi trabajo para hoy! Volveré en menos de una hora, ¡lo prometo!

El Guoshi no respondió, pero estudió a Xie Lian en silencio con el ceño fruncido durante un segundo. Sus brazos cayeron a los lados poco después, suspirando para sí mismo: —Vuelve en menos de una hora, si vuelves un segundo tarde, voy a informar de esto a Su Majestad. Si te atrapan Sus Majestades, el rey o la reina, te quedas solo.

Sin embargo, el Príncipe Heredero sabía porqué Guoshi accedió con tanta facilidad. Su maestro era un perezoso al que le gustaba jugar a las cartas y prefería estar durmiendo que enseñando, lo que contradecía su estricta manera de enseñar a Xie Lian.

El joven príncipe se animó y asintió con la cabeza, giró sobre sus talones y se dirigió alegremente hacia la bulliciosa cocina. Fue recibido por cocineros y sirvientes ocupados que salían de la cocina con bandejas de comida, cuyo rico aroma se arremolinaba en el aire y era llevado por la suave brisa que pasaba.

Xie Lian se apartó del camino donde pasaban los sirvientes, dándoles una sonrisa cortés a cada uno de ellos. Ampliando su sonrisa cada vez que veía cómo lo miraban con sorpresa para después regresar el saludo cortésmente.

El cocinero jefe vio por el rabillo de su ojo a Xie Lian parado en la puerta y se rió: —Su Alteza, ¿cómo puedo ayudarle?

Entró en la cocina con una sonrisa descarada, con las manos apoyadas sobre las caderas mientras se inclinaba hacia un plato lleno de bollos de carne. Xie Lian miró al cocinero en busca de su aprobación antes de tomar uno y llevárselo a la boca, dejando escapar un sonido de satisfacción.

—Su Alteza puede comer más platos extravagantes en el banquete —comentó el cocinero jefe—, ¡ah!, si alguno de los platos del banquete no es de su agrado, ¿hay algo que Su Alteza desee que le preparé?

—No, ¡esto por sí sólo sabe muy bien! ¡Gracias, Chef Jian! —Xie Lian chilló, limpiando las migas perdidas en sus labios antes de dirigirse a grandes zancadas hacia el jardín con la cabeza agachada y una mano estirada que se cernía sobre el lado izquierdo de su cara en un horrible intento de ocultar su identidad, pero ¿saben qué? Dejen que Xie Lian crea que es bueno en eso.

En el momento en que entró en el jardín después de decidir que debía pasar a ver las flores que estaban floreciendo, vio un gato blanco junto a los arbustos recortados y se acercó a él, arrullandolo y acariciándolo con cariño. —Haitang, ¿qué haces aquí? No está permitido que te pasees mientras haya invitados.

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