Capítulo 2. Sed

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2: Sed

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Kayla

—Kayla, él es Mørk Hodeskalle —dijo mi abuelo, presentándomelo con formalidad, como si no hubiese notado la burla en el tono de su invitado a la hora de llamarme "princesa".

Sí, quizás podrían considerarme la princesita de mi clan, pero él lo había dicho como si fuese una niñita, inútil y caprichosa. Me enfadé tanto que tuve que morderme la lengua para no ponerme a chillar que no era una mocosa, sin importar la cantidad de milenios que él me llevara encima.

—Vengo de ver a Elliot —dije, en cambio, haciendo un esfuerzo sobrehumano, claro, para no dirigir la mirada hacia la máscara de calavera.

Sin embargo, él aún estaba viéndome.

—Oh, espero que se encuentre mejor —respondió, con simpleza, como si le hubiese hablado en primer lugar.

—No te preocupes —dijo mi abuelo, estirando la botella de sangre hacia él, para mantener su copa llena. En seguida, me golpeó el aroma metálico de la sangre humana. Traté de no arrugar la nariz, porque no quería que el desconocido notara mi desagrado—. Es un White, se recuperará. Es fuerte.

Yo no me moví de mi sitio, estaba congelada.

—¿Fuerte? —tercí, sorprendida—. Está muy mal herido.

Mi abuelo hizo un gesto despreocupado, descolocándome totalmente. Quién más se encargaba y protegía a la familia era él. Era extremadamente celoso de nuestra seguridad, incluso cuando se trataba de mis tíos, sentado en ese mismo despacho, que tenían más de doscientos años de edad.

Mi papá, que era el menor de todos, fue el único que se puso de pie y me hizo una seña para que me sentara en el sillón, ocupando su lugar junto a Mørk Hodeskalle. Seguí sin moverme y él notó que estaba realmente preocupada por Elliot; no me lo estaba tomando como chiste como todos ellos.

—Estará bien, hija —me dijo—. No tienes que preocuparte por tu hermano. Tu tío Sam ya lo revisó. Son heridas superficiales.

—¿Superficiales? —solté, casi sin aire—. Elliot dijo que le retorció los brazos. ¡Debe tener huesos rotos!

Mi tío Sam sonrió hacia Hodeskalle con muchísima amabilidad, como si ese mismo vampiro no hubiese sido el culpable.

—Ya se los acomodé y ahora debe beber sangre para acelerar el proceso de curación —explicó, con calma.

—Además —se metió mi tío Allen, cruzando una pierna por encima de la otra—, aprendió una valiosa lección hoy.

Mi abuelo apretó los labios, como única respuesta. Sí, todos llevábamos años estando de acuerdo que Elliot no sabía comportarse como el hombre que era. Y, si bien se había equivocado enormemente, estábamos en presencia de su agresor, que podría haber resuelto las cosas con él sin casi matarlo.

Hodeskalle [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora