Capítulo 7. Historias por contar

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7: Historias por contar

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Kayla

Esperé que la abuela clarificara, pero ella se volvió hacia sus rosales y se puso a tararear, otra vez, solo que ahora una canción de Dua Lipa.

—¡Abuela! —exclamé, cuando pasó un minuto entero y no se dignó a explicarse—. ¿Salvarle la vida? ¿El abuelo? ¿Cómo?

Ella agarró la palita de jardinero y se puso a cavar otro pocito.

—Bueno, fue hace mucho. Como te dije, tu abuelo era muy joven y Skalle lo era también. Desde entonces, han sido amigos.

Se quedó callada de nuevo y quise arrojarle una maceta por la cabeza.

—¿Cómo carajo le salvó la vida? —insistí, y ahí mi abuela me dirigió una expresión iracunda.

—La boquita, Kayla.

—Bueno, bien, ¿cómo santos le salvó la vida? —repliqué, cruzándome de brazos y girando los ojos.

—Creo entender que por aquel entonces Skalle estaba muy pagado de sí mismo. Aunque seguro ya tenía al menos quinientos años. Yo supongo que confiaba muchísimo en sus poderes y en el miedo que empezaba a gestar su nombre, pero ya sabes que, en esos tiempos, antes de cristo, los antiguos no se dejaban asustar por cualquier recién nacido —contestó ella, cruzándose de brazos también, solo para imitarme.

Las historias de los antiguos nunca me habían gustado. No eran como las historias de Mørk Hodeskalle, eran más bien aburridas, arbitrarias y a mi parecer estúpidas. Los vampiros que tenían tantos milenios eran especialmente retrogradas, muy apegados a prácticas asquerosas, a las guerras caprichosas y a la esclavitud, considerándose a sí mismo dioses. Era irónico, porque nadie consideraba a Mørk Hodeskalle un antiguo, a pesar de lo viejo que era. Los antiguos tenían muchísimos años más. Milenios más.

Por suerte, no quedaban muchos. La mayoría de ellos había sido asesinada por sus descendientes o se habían aburrido de la vida y se habían dejado morir. La verdad, mi abuelo y Hodeskalle fueron parte de generaciones más flexibles, ellos fueron parte de quienes cambiaron nuestra forma de vida y se alejaron de las costumbres que, para mí, que encima había nacido en el siglo 21, eran horrorosas.

Los antiguos se vieron obligados a adaptarse y a perder el control que tenían sobre el mundo vampírico y humano por igual. Aunque con siete o diez mil años cualquiera podría pensar que su piel era aún más dura que a los quinientos, lo cierto es que la vejez le llegaba a los vampiros de sangre debilitando su velocidad, sus dientes y la dureza de su cuerpo. Incluso aunque parecieran veinteañeros.

Mi abuelo se veía más viejo que aquellos pocos que quedaban e insistían en parecer jovenzuelos. No se trataba solo de una decisión sobre el aspecto físico, si no de fortaleza. Ellos creían que, al beber sangre de animales cada tanto, lo que permitía envejecer las facciones, también te volvías más débil. Según mi tío Sam, eso no era cierto. Daba igual que ellos solo bebieran sangre humana y se mantuvieran jóvenes e inmutables, algún día, quién sabía cuándo, el destino también vendría por ellos.

Hodeskalle [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora