Libro 2: Capítulo 10. Ella

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62: Ella

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Kayla

Detuve a Aleksi antes de que subiéramos por el camino que iba a la cabaña de su madre. Oíamos las voces desde el interior y el llanto del bebé, mientras lo calmaban con arrullos. No se olía a ningún Edevane cerca, quizás debido a la brisa que venía desde el océano.

No habíamos tenido tiempo de jugar en las olas. Bastante nos entretuvimos en la arena. Bastante tardábamos ya en volver a la casa para contarle lo nuevo que sabíamos.

—¿Qué pasa? —me dijo Aleksi, girándose hacia mí. Nuestras manos estaban unidas desde que nos vestimos.

Me mojé los labios, que todavía los tenía rojos e hinchados después de los besos intensos que nos dimos, y apreté sus dedos entre los míos.

—En algunos años —dije, con suavidad—, quiero tener hijos contigo.

Aleksi se me quedó viendo, con una expresión confundida que no se pasó con los segundos, así que acorté la distancia entre ambos y le acomodé la camisa.

—¿A qué viene eso ahora? —murmuró, antes de que llegara a aclararme.

—Hace un rato, en la playa, me di cuenta de que quería que me cogieras "hasta que me hagas cientos de niños" —expliqué, sin mirarlo a los ojos. Sentía la cara ardiente, como si no hubiese estado haciendo cosas más desvergonzadas. Pensar que él era el hombre de mi vida y que quería tener sexo hasta ese punto con él no debía hacerme ruborizar.

Aleksi sonrió y pegó sus labios a mi frente.

—A veces pienso lo mismo —me confesó, entre risas—. Pero, ¿a qué viene eso si ya lo hemos hablado?

Hice un mohín.

—¿Acaso no aprecias mis sentimientos?

Él me acarició el pelo. Sus manos bajaron hasta mi cintura y me abrazó con delicadeza. Sus labios recorrieron mi sien y peinaron mis parpados.

—Claro que sí —contestó—. Tus sentimientos, tú, eres lo más importante para mí. Y gracias, por decirme que sí quieres formar una familia conmigo —añadió, levantándome el mentón. Presionó su boca contra la mía y me derretí en sus brazos—. No hay nada que desee más que tener un hogar en el que quedarme, uno del que ni siquiera tenga que irme, rodeado de las personas que amo.

Me puse en puntitas y le pasé los brazos alrededor del cuello. Él aumentó la presión en mi cintura y nos fundimos el uno con el otro, durante segundos de complicidad y silencio en los que solo oímos el sonido de nuestros corazones, acompasados.

Yo también quería eso. Durante gran parte de mi vida, ni siquiera me había planteado la posibilidad de alejarme de mi clan, de mi familia de origen. Creí que pasaría toda mi posible corta existencia entre las paredes de esa mansión. Pero, desde que entendí cómo se desenvolvía mi clan, cuál era la dinámica, y desde que encontré a mi marca, empecé a sentir que ese sitio no era mi única posibilidad.

Hodeskalle [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora