Libro 2: Capítulo 16. Dulces atracciones

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68: Dulces atracciones

68: Dulces atracciones

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Kayla

Las cerraduras se destrabaron y la puerta se abrió unos diez centímetros. Nos encontramos con el rostro de una mujer de unos cincuenta años, pero lo cierto es que parecía mucho mayor. Tenía cara de sapo amargado y sus ojos grises, tras las bolsas que los decoraban, estaban llenos de desprecio. Nos miró de arriba abajo con aparente desagrado, pero detrás de esa expresión de asco, había recelo, miedo. Lo sentí flotando a su alrededor. Ella sabía que éramos vampiros.

—Solo uno puede pasar a mi casa —rugió. El olor putrefacto que sentí antes se coló por la puerta abierta. Yo arrugué la nariz y los ojos acusadores de la señora se centraron en mí—. Una de las mujeres.

—Yo voy —dijo Alice, sin dudarlo. Aunque ese era mi pacto, aunque debería ser yo quien fuera por Bryony porque así lo establecí con Hunter, no me negué. Ella no estaba intentando quitarme mi lugar, como hacían mis tíos. Ella solo quería proteger a una niña con un instinto que yo no tenía, al menos no aún.

La mujer abrió la puerta lo suficiente para que mi tía pasara y la cerró en nuestras narices. Automáticamente, Aleksi me señaló el techo con el mentón y los dos, pese a que estábamos en plano día, saltamos al tejado.

Con agilidad, caminamos por encima de las rejas y cruzamos el techo hacia el fondo de la casa. Una enredadera trepaba por la pared del jardín trasero, que era pequeño y apretado y estaba medio venido abajo, lleno de vegetación sin podar. Ahí el olor a podredumbre se sintió bastante fuerte también y, cuando me agaché, supe de qué era.

Había restos de animales ahí, entre la maleza. Principalmente, gatos y perros pequeños. Me eché hacia atrás con el estómago revuelto y los pensamientos de Aleksi me llegaron casi al mismo tiempo que los de mi tía, a través de una ventana abierta que daba a ese jardín.

Tomé los de ella, deslizándome por los hilos que flotaban hacia mí, para poder ver el interior de la casa. También había restos de animales ahí. Algunos, estaban en la heladera, pero la mujer no parecía molestarse en absoluto por ello. Ella solo seguía a mi tía con la mirada, vigilándola con aparente odio. Le abrió una puerta cerrada con llave y le permitió pasar a una habitación pequeña y aglomerada, con la única pequeña ventana que tenía cerrada y trabada con un mueble.

Bryony estaba ahí. Sentada entre juguetes rotos, con la ropa llena de sangre y el pañal sin limpiar. Tenía un gatito muerto entre las manos, bastante fresco, porque se acababa de alimentar de él.

Mi tía emitió un bajo gruñido y cuando se giró a ver a la mujer, esta retrocedió rápidamente.

Es tu nieta —le recordó.

La mujer despegó los labios de los dientes con una mueca.

—Es un monstruo. Como tú.

Alice no se tomó el tiempo de contestarle. Entró a la habitación y a pesar de que deseaba quitarle el gato muerto de las manos a la niña de un tirón, se acercó con premeditación. Los ojos confusos y curiosos de Bryony se fijaron en ella y probablemente el olfato le indicó que ella era diferente a su abuela y a su mamá, porque enseñó brevemente los colmillitos.

Hodeskalle [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora