Libro 2: Capítulo 21. Correr

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73: Correr

73: Correr

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Kayla

Aleksi me guio a la salida cuando nadie contestó. Sentí que el agujero en mi pecho, el que se creó al darme cuenta de cómo yo había mancillado los lazos con mi familia con mi violencia, se hizo enorme, más grande que mi corazón, que mis pulmones. No supe cómo respirar cuando nadie contestó a los reclamos de mi pareja.

Me embargó una sensación de abandono, de vacío, tan grande que creí que me iría derechito al piso si no fuese por él. Si no fuese por sus manos agarrándome dulcemente de los codos, del hombro, por su mirada preocupada, por sus pensamientos llenos de cariño, yo no sé que hubiera hecho.

Llegué a la puerta, y el silencio atronador a nuestras espaldas seguía. Tomé el picaporte y supe que cuando saliera de esa habitación, no habría vuelta atrás. Todo lo que ocurrió, por acción u omisión, acababa de destruir todo. Yo no pertenecía ahí. Nadie lo consideraba tampoco.

No importaba todo lo que logré hablar con mi abuelo y con mi tío Sam. Allen seguía culpándome y dándome pautas de que jamás podría hablar con él sin que dejara de hacerlo. Y mi padre... nunca saltó para defenderme.

Temblé. Mis dedos temblaron sobre el picaporte y aunque Aleksi había dicho todo lo que tenía que decir, sentí que yo no. Y que, si me iba a marchar de esa habitación, con los lazos que tenía con todos rotos para siempre, aún tenía que decirles la verdad, la mía.

Abrí la boca, pero las palabras no salieron de ella. Tomé aire una vez más, y cuando creí que tampoco lo lograría, escuché como mi tío Sam se ponía de pie.

—Skalle tiene razón. Ya fue suficiente. Kayla no ha hecho nada malo, Allen —dijo.

Sentí un sacudón con toda la columna. Podría haberse tardado, más de lo que yo esperaba, pero ahí estaba al final, lo único que yo necesitaba escuchar de cualquiera en esa habitación, del que sea que me hiciera sentir que yo no estaba solo molestando.

—Allen, no habrás la boca —gruñó mi abuela, entonces. Y ese vacío se hizo menos hondo. Un centímetro menos doloroso—. No quiero escuchar que replicas sobre esto. Fuiste en exceso grosero con Kayla.

Mi abuelo carraspeó.

—Skalle tiene razón —repitió, como mi tío Sam—. Podemos pensar distinto, pero insultarnos no es la manera de hacer saber esas opiniones, Allen.

—Acaba de golpearme —susurró mi Allen, como si estuviera en shock. Yo aún no me había girado para verlo, no podía saber cómo tenía la cara y tampoco quise verla a través de los pensamientos de los demás.

—Y lo haría otra vez —replicó Aleksi. Su voz sonó ronca, amenazadora—. Una y otra vez. No creas ni por un segundo que mi amenaza es vaga.

Tragué saliva.

Hodeskalle [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora