Capítulo 47. Vals

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47: Vals

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Kayla

Aleksi llevaba un esmoquin negro y ajustado. Jamás había visto a un hombre tan sexy en traje como ese en mi vida. La máscara, que siempre me pareció horrible, esta vez le daba un aspecto más sensual y oscuro que nunca.

Estuve a punto de tropezar con mi vestido, por no ver por dónde iba, y dejé mi trote en suspenso. Observé a mi alrededor, para descartar que alguien me hubiese visto en mi penoso accionar, y me enderecé cuando la mirada de la mayoría de los presentes volvió a sus asuntos. Mi familia no estaba para nada cerca, tampoco.

Volví mis ojos hacia mi novio y noté como una sonrisa divertida tiraba de sus labios. Se estaba riendo de mí, pero no pude molestarme por eso. Además de que sus ojos azules estaban despiertos con el deseo, bien clavados en mí, lo cuál me recordó lo infartante que me veía, yo estaba desesperada por estar cerca suyo, a su guarda.

Caminé normal, a un paso tranquilo, lo mejor que me salió, y me detuve sutilmente a un metro suyo. Me balanceé en su lugar por unos instantes y ninguno de los dos dijo nada. Como mucho, parecíamos conocidos.

—¿Vienes a provocarme? —susurró él, para que nadie más nos oyera. Estábamos rodeados de vampiros que podían escuchar de todo, pero también estaban hablando todos al mismo tiempo. La música de la orquesta era cada vez más estridente a medida que la pista de baile se llenaba con parejas y amistades. Y, por si fuera poco, Aleksi proyectaba un aura destructiva y mortal y ninguno de los invitados de mi abuela se le acercaba. Si nos escuchaban, sería por milagro.

Apenas si giré la cabeza hacia él.

—¿A qué te refieres? —pregunté con fingida inocencia.

Él carraspeó.

—Con ese vestido, con ese escote, ese culo apretado y esa boca roja... Yo creo que quieres matarme.

Bufé y me crucé de brazos, disfrutando de su comentario. Me costó mucho no sonreír y fingir que estaba ofuscada.

—Cómo crees —tercí—. Ni que fuera a impórtame tanto lo que tú pienses de mi aspecto.

—Estoy seguro de que no te importan las opiniones de nadie —contestó Aleksi, todavía sin mirarme. Seguía vigilando la fiesta con un gesto calmado y frío. La diversión solo estaba en su voz—. Pero si algún día te interesa la mía, creo que te verás exquisita cuando te lo quite.

La idea me generó ardor en las mejillas y en muchas otras partes bajo brillante tela de mi vestido. Tuve que apretar las piernas cuando imaginé sus dedos subiendo por mi pierna, husmeando por detrás del tajo sensual de mi falda.

Tragué saliva, antes de encontrar alguna palabra lo suficientemente fuerte para continuar con esa pequeña falsa.

—En tus sueños.

Hodeskalle [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora