Capítulo 22. Mentiras que aclarar

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22: Mentiras que aclarar

22: Mentiras que aclarar

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Kayla

—Eres realmente hermosa —dijo el vampiro que me sujetaba—. Los genes White son realmente buenos. Es una pena que no vayamos a disfrutarte...

Me aplastó contra el asiento, para inmovilizarme, y supe que no deseaba matarme. Si esa era una venganza para mi abuelo, mi padre o mis tíos, no incluía hacerme daño de forma tan directa, al menos no aún. Pero Jane...

—¿Y tú, pastelito? —dijo el otro, dentro del auto por completo. Agarró a Jane del cabello y la arrastró lejos de mí—. ¿Qué sabor tendrá tu sangre?

—¡Déjenla...ir! —grité, pero apenas si se me escuchó. Le aferré la muñeca y tiré de ella con todas mis fuerzas, pero mis manos eran débiles para su piel gruesa. De nuevo, sin mis dientes, no podía hacer nada.

—Tu amiga no nos sirve de nada, pero no podemos desperdiciarla.

Jane estaba gritando en el asiento de atrás y el primer vampiro se reía. Escuché cómo la sometía y su voz se ahogaba con el tapizado del asiento. Lo escuché decir qué, a pesar de todo, estaba algo bonita y valía la pena disfrutársela entera.

En medio de la desesperación, entre tanto forcejeó, estiré las piernas y logré darle al acelerador. El auto salió despedido hacia delante y se incrustó, con violencia, en el coche estaba tres metros más adelante. El airbag estalló en mi cara apenas me vi liberada y el movimiento hizo que el vampiro sobre Jane golpeara el asiento del acompañante, lo doblara hacia delante y cayera en el hueco del piso bajo la guantera.

Jane también cayó al suelo. Las alarmas de los vehículos se encendieron, pero la mía tuvo un tono lamentable. El choque había arruinado su sonido. Esperé que fuese lo suficiente para alertar a Skalle y me apresuré a quitar el airbag del volante. Como el auto seguía encendido, apreté el embrague, metí marcha atrás y aceleré con todo.

Las ruedas del vehículo pasaron por encima de algo grande y Jane rebotó en la parte trasera, pegando un grito ahogado que por lo menos me dio la señal de que estaba viva. Sin embargo, el vampiro que todavía teníamos adentro era un problema bien grande.

Él se irguió y se lanzó sobre mi antes de que pudiera maniobrar para salir a la calle y alejarnos más. Me clavó los dedos en los brazos y me obligó a pegar un volantazo. Estuvimos a punto de estrellarnos contra otro coche estacionado, pero nos mantuvimos inmóviles y de pronto el vampiro se estaba retorciendo como una muñeca de tela.

Se le doblaron las muñecas con un crujido aterrador. Los brazos se le dieron vuelta y justo cuando la cabeza se le quebraba hacia atrás, la puerta, maltrecha por el choque y por la ventanilla rota, se abrió y su cuerpo salió despedido hacia la oscuridad de la noche.

Me derrumbé en el asiento, aliviada, y quité la llave del encendido. No me bajé, de todas formas, hasta que Skalle apareció, con la máscara puesta y sosteniendo a Elliot del cuello de la camisa.

Hodeskalle [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora