Capítulo 10. Miedos

45.5K 5.5K 2.2K
                                    

10: Miedos

10: Miedos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Kayla

Miré a Hodeskalle con la boca abierta, estupefacta por la proposición. Me olvidé completamente que Gian estaba muerto en el suelo, a metros de mí, y que yo lo había matado. De todas mis cavilaciones, fantasías y agonías, nunca creí que tendría la posibilidad de alcanzar la más desquiciada de todas ellas.

Me sentí muy inexperta, como si jamás hubiese tenido sexo con nadie, porque era evidente que él había estado pensando en mí de esa manera mientras yo batallaba por no sentirlo, por no quererlo. Él, en cambio, había aceptado su interés en mi con tantísima facilidad... que ahí estábamos.

También sentí muchísimo calor. La cara me ardió y la falta de aire se me hizo evidente. Ya no tenía que ver con lo limitada de mi respiración por la sangre. Tenía que ver con que, primero, estaba en shock; segundo, temía que si respiraba me cayera a pedazos delante de él.

—¿Conejita? —dijo entonces Hodeskalle, después de mirarme debatirme conmigo misma durante más de un minuto.

—¿Me estás proponiendo sexo a cambio de tu ayuda? —solté, tan rápido que mi voz salió agudísima.

Él no se movió.

—Los favores se pagan —dijo, con voz calma, casi como si estuviese desinteresado, de pronto.

Su repentina indiferencia, como si pudiese prescindir de pasar una noche conmigo tan fácil, me hirió. ¿Ahora se acobardaba? Yo todavía estaba procesando sus palabras como para que se retirara tan pronto.

—¿Qué te hace pensar que te necesito para resolver esto? —le urgí, irguiéndome lo más que podía, descruzándome de brazos por primera vez en todo ese rato.

Los ojos de Hodeskalle, a través de la máscara, se concentraron en mi escote maltrecho. Me lo cubrí de inmediato.

—Nunca dije que me necesitaras —respondió—. Eres alguien muy capaz de resolver todo.

—Entonces, ¿por qué ofreces tu ayuda? —inquirí. En realidad, quería preguntarle por qué quería acostarse conmigo. Me interesaba demasiado esa respuesta, pero tenía que disimular.

—Porque pensé que quizás no sabías por dónde empezar —replicó Hodeskalle—. Pero no hay problema. Está bien. No te molestara que me siente por aquí a ver, ¿no? —dijo él, poniéndose las manos en los bolsillos de su pantalón de jean.

—Estás chantajeándome —dije—. Con sexo, para colmo. Eso es descarado. Muy irrespetuoso.

Quería sonar enojada, pero la voz salió por entre mis labios sonó de todo menos enojada. Faltaba más, salió demasiado curiosa.

Él volvió a correr el cadáver de Gian con la punta del pie.

—Pongo un precio a lo que valen mis servicios. Tu abuelo lo puso también. Todos lo hacemos. Algunos, prefieren guardarse el costo para un futuro, como él. Yo prefiero ser claro, me parece más honesto —explicó, haciendo que yo arqueara las cejas—. Si no, como dijiste, probablemente no estaría aquí, asegurándome que estés a salvo —añadió, dejando que la nuca de Gian golpeara la grava—. De verdad que no dudo de tus habilidades. Así que no dudo de que podrías arreglártelas. Incluso si tienes que llamar a tu padre.

Hodeskalle [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora