Libro 2: Capítulo 4 EXTRA. Sacrificios

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56 EXTRA: Sacrificios

56 EXTRA: Sacrificios

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Aleksi

La primera vez que oí esa profecía, el mundo vampírico vivía aterrorizado. La sangre y las cabezas de múltiples clanes aún estaban frescas en estacas y le recordaban a todo el mundo qué clase de bestia yo era.

Mi leyenda estaba fresca. En aquellas épocas, el boca a boca le agregaba detalles fabulados que hinchaban los acontecimientos y desvirtuaban la memoria. La fama crecía sin que tuviese que mover un dedo y para mi eso era una fortuna. No debía preocuparme por enemigos, ni porque alguien descubriese mi secreto: todos me tenían tanto miedo que ni siquiera podían pronunciar el nombre que me inventé.

Para aquel entonces, los clanes comenzaron a cambiar sus costumbres. Los que no lo habían hecho ya, liberaron a sus mujeres y niños. Tiraron por el suelo las arcaicas costumbres que sometían y violentaban las libertades de miles como mi madre y como yo. Me quedé sin objetivos, pero eso no me molestó. Era fácil vivir así, con un nombre atemorizante instalado y días enteros para relajarme y divertirme a costa de él.

Fue Benjamín, sí, el que me preguntó un día qué pensaba de esa profecía, de ese cántico que alguien se inventó para sembrar la patética esperanza de que se desharían de mí. Ambos estábamos solteros, él acababa de desertar de su clan y nos pasamos días y noches vagando por la Europa occidental antes de cristo.

—Me da igual —le respondí, bajo el atardecer en las costas de la ahora hermosa Italia—. No me preocupa. Deshacerme de esa amenaza sería pan comido.

No le había prestado demasiada atención. No solo los humanos eran supersticiosos, los vampiros también, pero yo era lo suficientemente viejo ya para entonces como para entender que las profecías eran puro cuento. Los oráculos no existían, solo eran humanos drogados. Los dioses eran patrañas y los druidas no eran más que viejos arrugados. La única magia real era la mía y si alguna vez llegaba a existir alguien como yo, dudaba que tuviésemos que enfrentarnos.

Pero, además, lo dije porque también delante de Benjamín yo mantenía un personaje. Nadie tenía mi entera confianza como para revelar mis debilidades. Fingir seguridad en mi mismo, sentirme invencible era parte de ese papel.

No pensé que Ben se fuese acordar de eso. A duras penas me lo acordaba yo. Apenas si desfiló por mi mente unos instantes cuando volví a escuchar la profecía en el Corazón de España. Supongo que muchos la murmuraron al verme en la zona, cuando iba a ver a mi madre a Mallorca. Supongo que sabían que los escuchaba.

Fue esa noche en la que me enteré que Benjamin tenía una nueva nieta y que ella no era como el resto de nosotros, como ellos. La pequeña White era mitad humana, decían. Que no bebía sangre, cuchicheaban. Que se educaba con la nobleza, pero la mortal. Kayla debía tener cinco o seis años en ese momento y en lo primero que pensé fue que Ben no me contó la buena noticia, como si me anunció el nacimiento de Elliot. Me la ocultó.

Hodeskalle [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora