Libro 2: Capítulo 27. Rostros del pasado

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79: Rostros del pasado

79: Rostros del pasado

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Kayla

Había algo que para mí estaba más que claro: No tenía buen control de mis poderes. Ni siquiera podía usar todos ellos. Era más joven que Aleksi cuando comenzó a usarlos y a él le tomó meses perfeccionarlos. Pero yo no tenía tiempo, yo tenía horas. Y la sangre de otros vampiros, incluso con los riesgos, podía volverme fuerte para enfrentarme a un clan enorme, masivo, y proteger a mis seres queridos.

Lo que iba a hacer seguro era una locura y seguro nadie iba a estar de acuerdo conmigo. Tampoco lo iba a estar Aleksi, así que no fui hasta mi cuarto para que él no pudiese detenerme. Caminé por los jardines de la mansión, con la determinación grabada en la frente y la certeza de que yo misma, para cuidar de mí, tendría que ser suficiente.

Me subí al ascensor que iba al estacionamiento sin que nadie me viera. La casa estaba en demasiada calma, como en el ojo de una tormenta, una que se desarrollaría en la madrugada siguiente, cuando lo que quedaba de nuestros guardias y nosotros marcháramos a la guerra.

Como mis llaves estaban en mi habitación, con mi pareja, agarré otra de las que estaban colgadas junto al ascensor. No supe de qué auto era hasta que hice sonar la alarma. Pertenecía a un vehículo negro que usualmente no se usaba mucho. No pertenecía a ningún miembro de mi familia y pensé que era bueno, tanto como no usar mi propio auto.

Caminé derecho hasta él y me monté en el asiento de conductor. No llevaba ni mi teléfono conmigo y quizás eso podría ser un problema, pero me tenía tanta fe que no creí necesitarlo. Me ajusté el cinturón, arranqué el auto y estaba a punto de sacarlo del lugar donde estaba aparcado cuando una sombra enorme se cernió sobre mi ventana. Pegué un gritito, como una estúpida y me llevé una mano al corazón, al ver que solo era mi papá.

—¡Papá! —grité.

Él se había apoyado en el techo, tenía la mano la mano en le picaporte y me miraba con una expresión que de niña me hubiese puesto en mi lugar. La verdad es que había perdido tanto la confianza en mi papá que su expresión no me asustaba para nada. Solo grité por la sorpresa.

—¿A dónde vas, Kayla? —me urgió. Como yo no tenía puesto el seguro, abrió la puerta, dispuesto a sacarme del auto.

—A Corazón —le dije, sin la menor preocupación. Aunque abriera la puerta, no podría bajarme. No dije nada tampoco cuando vi que su expresión pasaba de la desaprobación a la incredulidad.

—¿Por qué? —me dijo. Se le hundieron un poco los hombros bajo la camisa negra que tenía. Sus ojos grises se llenaron de preocupación—. ¿Es por lo que hablaste con tu abuelo? Kayla, ¿en qué estás pensando?

Mi mirada fue la que se afiló. Yo no había prestado atención a nada mientras estaba hablando con mi abuelo, así que no me percaté que él estaba cerca y que, aunque nuestra conversación era privada, hablamos en un tono que cualquier vampiro cerca podría oír sin esfuerzo.

Hodeskalle [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora