05

1.6K 197 45
                                    

Juegos, ver películas, cocinar, más juegos, contar cuentos, todo eso y más hacía Dazai con Ryūnosuke y Chūya en casa.

Aunque el pelirrojo tenía miedo, Dazai disfrutaba de tenerlos en casa y los cuidaba bien. Al menos el primer mes fue así.

Chūya no se había atrevido a hablar bien de aquellas pesadillas al doctor. Le daba pena, pero también sentía la necesidad de contarle todo.

Aprovechando que su hijo se había quedado dormido, fue a visitar la habitación de Dazai, encontrándolo leyendo un libro de Medicina para Omegas y bebés de Omegas.

Se acercó cuidadosamente a él, y tomó asiento a la orilla de la cama, temeroso.

— Oh, Chūya, estás aquí. Dime, ¿Te duele algo?

Cerró el libro y lo puso sobre el mueble de al lado, para prestar atención al Omega que derramaba lágrimas frente a él.

— Muchos Alfas me hicieron daño, Dazai... Pero tu primo, ese tal Fyodor... Entró a mi habitación... Me encerró con él dentro...

Lloraba más, cada palabra era un recuerdo más profundo. Sus manos temblaban, mientras cubrían sus ojos.

— Yo tenía trece años y él dieciocho... No conocía nada, apenas tenía mi primer celo... Me tiró a la cama y bajó mis pantalones..

— Chūya, no digas...

— Sacó su... Y sin importarle, la metió hasta el fondo... Me rompió... Me dolió mucho... Lloré, grité, me salió mucha sangre...

— Para ya, Chūya...

— Lo hacía fuerte. Se reía de mí. Derramó algo asqueroso ahí dentro y después... Me hizo lamerlo...

— Detente, por favor. Sólo te estás lastimando.

Dazai estaba consternado. Sin temerle, Chūya lo abrazó para llorar en uno de sus hombros, deseando ser correspondido, y lo era. Dazai le daba palmadas en su espalda cuidadosamente.

— Me hace bien decírtelo. Eres mi doctor. Mi vientre creció... Y siguió creciendo hasta parecer que traía un balón. Las señoras de la calle me veían raro, hacían malos comentarios sobre mí... Todos hablaban mal de mí.

Se separó del abrazo, y talló sus ojos con la manga de su camiseta.

— Cuando Ryū nació, yo... Estuve muy asustado... Y lo sigo estando... G-Gracias por ayudarme hasta ahora, Dazai. Pero... ¿Podrías inyectarme algo para morir?

— ¿Eh? Pero...

— Yo, tengo mucho miedo, Dazai.

Poco a poco, el médico castaño iba procesando toda la información hasta que supo a lo que se refería.

Chūya, te administré ese medicamento después de lo ocurrido. ¿Cómo podrías...?

— C-Conozco los síntomas, Dazai... Esta vez no tiene nada que ver con Fyodor, pero sí con un hombre mayor... Mátame por favor.

Dazai... Lloró.




Juro que a pesar de todo, terminará bien!!

El Cupido Azabache Donde viven las historias. Descúbrelo ahora