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En la fiesta familiar que hicieron a Ryū, descubrieron su talento oculto. Ryūnosuke cantaba hermoso.

Estaban asombrados con él. Incluso los trillizos de ya tres años de edad, estaban encantados con su voz.

Por su parte, Chūya le hizo juego en el canto, mostrándole a Dazai que él también sabía cantar, y lo hacía muy bien.

— Ustedes dos... Ryū, deberías dedicarte a la música y dejar esas ideas de ser mangaka o médico.

Opinó Dazai, posando sus manos sobre los hombros del azabache, quien lo escuchaba atento.

— Papá, yo... ¿No puedo ser las tres cosas?

— ¡Ryū!

Regañó Chūya. Aún le apenaba que Dazai gastara mucho en Ryūnosuke y Atsushi, tenía sus diferencias, no notorias, pero las tenía.

— Chūya, Ryū puede. Si él quiere cantar, dibujar y ser doctor, lo será. Ponle todo el esfuerzo, príncipe. 

Animó tierno.

+++

Gogol y Fyodor habían estado insistiendo en que Kunikida diera de su sangre al hombre azabache, para que así, el pequeño Kenji lo viera como su progenitor. El rubio se negaba.

— Eres un mocoso todavía, un niño. ¿Qué demonios harías tú con un bebé? Ni siquiera lo planeaste. ¿Y si no existiera?

Cuestionaba Fyodor. Kunikida traía a un soñoliento Kenji en sus brazos, envuelto en una frazada suave.

— Pero existe, y es mi hijo. Lo quiero cuidar yo, no quiero ser como los demás Alfas irresponsables. Trabajaré más para que no le falte nada.

Tomó sus cosas, sin perjudicar la manera en que estaba sosteniendo a Kenji, y se dirigió a la puerta principal.

— ¿Y los estudios?

Intervino Gogol. De alguna manera quería que Kenji se quedara con él. Se había encariñado bastante.

— No los abandonaré. Kenji irá conmigo.

Contestó seguro de sus palabras. El bebé rubio se sostenía de su camiseta con sus puñitos cerrados, mirando hacia atrás de Kunikida. Bostezaba, y lentamente cerraba sus ojitos hasta quedarse dormido.

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Optaron por dejarlo ir. Tenían el presentimiento de que algún día, Kenji regresaría a ellos. No creían posible de que el bebé se quedara al cuidado de un par de "niños" sin conocimientos.

+++

Dos años después...

Ocurrieron muchas cosas...

Ryūnosuke sabía de la muerte de Kunikida, pero jamás se atrevió a ir por Kenji. Decidió dedicarse a lo que tanto amaba, y ahora a sus quince años, trabajaba para una compañía de talentos, y pertenecía a un grupo de ídolos que recientemente habían debutado. Al mismo tiempo, sus padres le enseñaban las bases de la medicina para Omegas y niños, antes de que comenzara a estudiar sobre ello en la Universidad, pues aún faltaba para eso.

El Cupido Azabache Onde histórias criam vida. Descubra agora