Capítulo 3: Otro chico

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Apenas Até vio el reflejo se espantó. Esa no era ella, sino un chico. Tenía el mismo cabello que Até, negro con algunas partes más claras, y los ojos... ¡Dioses los ojos! Eran exactamente los mismo de la chica, pero él los tenía de manera invertida, donde ella tenía azul, el chico lo tenía café claro, pero en lo que no fuese de ese color, él lo tenía del mismo azul oscuro, así en viceversa con Até.

La chica no pudo apartar la vista del castaño que estaba en el reflejo, era realmente horrible como el ojo negro de la mujer rubia distorsionaba cada cosa, así que Até se obligó a salir de su trance y observar de nuevo el cuello dado vuelta y la sonrisa siniestra con dientes amarillos, puntiagudos y chuecos.

— Oscuridad — dijo la rubia, con una voz rasposa y seca.

Luego, Até despertó.

Se sentó de golpe y ni reparó que estaba en una camilla de hospital, solo miró a los lados, encontrándose con Nico y Kevin al derecho, el primero observándola con preocupación, mientras que el segundo era.. ¿Resignación?
Até no tuvo ganas de identificar que era lo que demostraba su padre, porque sintió una gran ira que le hizo cerrar los puños y tensar la mandíbula, pero al ver a su hermano al lado derecho se calmó, dejando salir un suspiro.

— ¡A! ¿Cómo estás? ¿Te duele algo? ¡Llamaré al doctor!

La chica no pudo responder ni una pregunta, pues su hermano ya se había ido. Le dolió saber que quién reaccionó así era Zeus, pero no sus padres, que se quedaron callados mirándola con suspicacia, como si supiesen algo que ella no.

— ¿Cómo te encuentras, Até? — preguntó Nico.

La chica frunció el ceño, pero con voz suave dijo:

— Mejor, la cara por lo menos no me duele.

— Me alegro — respondió el mismo con una sonrisa, pero no se acercó para abrazarla, no hizo nada que un padre amoroso haría.

Pareció ser que Kevin quería agregar algo, seguramente otro de sus comentarios sarcásticos, pero la puerta blanca se abrió dejando ver a un doctor de baja estatura, escaso pelo y el que tenía era canoso y graso.

Vio el nombre del doctor hilado en la bata: Álvaro Figueroa.

— Até, que bueno que has despertado, ¿Cómo estás? — preguntó, con voz dulce y clamada.

— Bien — se limitó a responder.

— ¿Dolor en la cabeza? ¿En la piel? ¿Algo que se te haga confuso?

Até lo pensó un poco, la verdad era que no recordaba cómo había llegado al hospital, solo el camino que tomó y la llevó al parque maldito, donde estaba la chica rubia contorsionista.

— No recuerdo cómo llegué aquí ni el porqué. 

La revelación hizo que sus padres la miraran extrañados al igual que su hermano.

— Bueno, Até. Tessa y Oliver te estaban molestando, te tiraron comida... y... te desmayaste — dijo Z.

Até había pensado que era algo peor por lo que llegó al hospital, y a pesar de sentirse desorientada y confundida, igualmente ponía todo su empeño en no olvidar el sueño, el cual tenía planeado escribir luego en una libreta, porque sentía que eso era el inicio de algo mucho mayor, de algo que era inevitable y terrible.

El doctor le recomendó aplicarse cremas para quemaduras si es que no quería arruinar su piel aunque haya sido leve el enrojecimiento por lo caliente de los líquidos. Esa había sido su única recomendación, ya que no había encontrado nada anormal en el sistema de Até, por lo que pronto se marcharon del hospital, recorriendo en un extremo silencio el camino a casa.

Até | Mestizos IWhere stories live. Discover now