Capítulo 19: La burbuja

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— Nunca nadie me había venido a buscar para salir. Ni mi propia familia. No esperes ser el primero, Draven. No quiero que lo seas.

Los ojos grisáceos metálico tomaron un brillo de frustración. Llevaba al menos media hora parado frente a la casa de Até, porque la noticia del encuentro de hace tres días entre ella y el chico de Éter le había llegado dos horas atrás. No contó la cantidad de veces que maldijo a Luke Thompson por lo idiota que había sido, ¿Encerrar a la hija de Atenea? Ahora la furia de la diosa caería en él, y Draven no tenía ya paciencia para ayudarle a salir de esa, porque todos, absolutamente todos, sabían que Sofía le iba a contar todo a los Doce Olímpicos, y si es que en un caso muy bizarro no lo hacía, pues, la chica no demostraría jamás ser hija de una diosa, sobre todo, un chica de Atenea, que literalmente nacía del pensamiento.

— No es como si te propusiera ir a un maldito castillo, Até — aclaró —. Solo dije: Vamos al parque.

— Pues no.

— Te vas a pudrir antes de lo deseado en esa cueva que llamas habitación.

— Hablas igual que un padre — bufó Até.

— Avemaría.

Nunca creyó posible lo que sus oídos escucharon. Fue algo tan... melodioso, pero a la vez nuevo, como recién sacado del empaque.

No lo supo en el momento, pero aquella risotada de Até nunca se le olvidaría, y sería uno de los mejores recuerdos que conservara de ella, pero lo bueno nunca perdura, por lo que la chica dejó de reír a causa de la bobada que había salido de la boca del perfecto Draven, o esa era la imagen que le mostró, con las camisas pulcras, rostro inmaculado, dicción coherente y tenía vida social.

— Solo por eso, iré.

Draven asintió entusiasmado y esperó unos cortos minutos a que la chica saliera de la casa con una pequeña mochila negra, una polera celeste claro con unos pantalones deportivos.

Su mirada estaba con cierto brillo divertido, que increíblemente le daba un aspecto sibilino e incluso siniestro, pero se podría acostumbrar perfectamente. Los rizos negros bailaban mientras Até caminaba de manera tranquila y desinteresada, solo eran sus ojos y la traviesa sonrisa que se atrevía a colarse por sus labios de corazón y rosados que se podía notar una inusual felicidad, con un entusiasmo que antes del estúpido chiste no existía ni había notado.

Lo cierto era que Até le habían picado los pies por bajar y salir con Draven desde que lo había visto desde su pequeña ventana. Se había sentido especial después de mucho tiempo, ¡Alguien le estaba invitando a salir! ¡A divertirse! ¡A ser adolescente! Pero algo le decía que debía quedarse, un presentimiento, aunque ella no creyese en esas cosas se había obligado a obedecerle, pero Draven tuvo el poder y casi honor de hacerle reír, y de esas eran pocas y casi nulas personas, pero simplemente le había pillado desprevenida.

— ¿Por qué vamos a un parque?

— Porque debes relajarte un poco. Ya sabes, reírte, comer, hablar...

— ¿Contigo? — Inquirió inconscientemente.

El chico le observó de reojo.

— Podemos invitar a Ellery y a Jack, pero a Elly la traumaste y Jack no quiere verte, a pesar de ya no guardarte rencor — respondió con naturalidad —. No te ofendas ni te sientas mal por ello. Entendí que solo te asustaste y reaccionaste sin tener conocimientos necesarios sobre el tema. No fue tu culpa. Pero trata de controlar aquella parte, como lo hiciste hasta tres días con Luke.

Até ni siquiera se tensó, solo siguió caminando.

— Que bueno que ya lo sabes. Me ahorré mucho trabajo.

Até | Mestizos IWhere stories live. Discover now