Capítulo 10: Brazos de oscuridad

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— Deberías mover tu torre, pero perderías igual.

La voz de Sofía exasperaba profundamente a Éter, mientras que Alex veía divertido cómo la chica le ganaba increíblemente a Éter en el ajedrez.

Después de la salida de ayer, Alex se las había ingeniado para volver a estar los tres, ahora se encontraban en su casa y habían jugado bastantes juegos de mesa, pero en todos en los que se necesitara estrategia, Sofía Cooper ganaba, y de verdad aburría ver la sonrisa de satisfacción en su rostro.

— Aún tengo a la reina — comentó Éter señalando su pieza con los ojos.

— Y yo adoro tus esperanzas, pero ambos sabemos que tener eso en cuenta no ayuda en algo.

Alex se carcajeó con ganas mientras que Éter le daba miradas furtivas y furibundas a Sofía que, al parecer, tenía todo calculado fríamente, al punto de ser espeluznante.

— Ya gánale, así pasamos a otro juego — apremió Alex a su amiga.

Los juegos de lógica no estaban en el territorio seguro de Éter.

El chico movió lentamente la torre, de verdad no podría mover otra pieza, así que dejó, técnicamente, que Sofía ganara, haciendo que la chica sonriera mostrando un hoyuelo en la mejilla derecha.

— Una carrera de la puerta hasta el árbol de la esquina — refunfuñó Éter.

Sofía lo observó con diversión y el chico dudó si es que ella también sería buena en las actividades físicas. En verdad sintió un temor al pensar que Sofía lo podía todo, porque las personas así, en las películas, nunca eran humanas.

— Bien.

Alex se divertía al ver cómo sus amigos no se llevaban muy bien, y le entretenía observar las discusiones infantiles que siempre salían de mala manera hasta llegar a un punto muerte a falta de bases.

Los tres caminaron hasta la puerta, y una vez allí, ambos competidores revisaron las agujetas de las zapatillas.

— Perderás. Y mira que te lo digo yo, que siempre he tenido mí fe en ti — advirtió Alex fingiendo desinterés.

Éter quizo negarle, pero era verdad, y no le molestaba que ahora cambiara de opinión, porque tenía muy claro que eso no iba a ser por mucho tiempo y era mentira. Alex nunca perdería la fe en él.

Una vez listos y Alex dando la señal, ambos corrieron, sin sobrepasar al otro. Éter iba tan poco concentrado a causa de las miradas altaneras y fugaces que Sofía le daba, que inconscientemente bajó la velocidad mirando directamente a esos ojos entre café y gris, por lo que, casi se forma intencionada, se estrelló contra un poste de metal que era responsable de iluminar la tiniebla de la noche y cuidar a desamparados. El sonido retumbó metros y el choque impulsó a Éter hacia el suelo.

— Oye, ¿Te caíste?

— No. — mintió con lo innegable, recogiendo su orgullo del mismo piso que había besado.

Alex frunció los labios y Sofía el entrecejo.

— Te saldrá un chichón— aseguró con voz neutra —, tienes que ponerte hielo.

Éter rodó los ojos, sabiendo que la chica tenía  razón, le palpitaba la frente en la parte derecha, y todo había sido por mirarla y tratar de ganar aquel duelo interno.

Ni uno de los tres, ni por si acaso, sabía que alguien los observaba desde las sombras, frustrado porque una hija de Atenea había llegado antes que él a ver la situación de Éter, ¿Ahora qué se suponía que debía comunicar a sus superiores? Hizo una mueca disconforme y temerosa pensando en sus posibles escenarios, pero nada lo iba a arruinar más que Jack y su grupo, que había llegado a Black Bird School para, según, sorprender a Draven y ayudarle con su complicada misión. El chico sonrió levemente con sorna al pensar en lo complicado que estaría su amigo por allá.

Até | Mestizos IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora