Capítulo 12: Susurros estelares

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Kal había llegado al salón del trono de Hades, quien la miraba complacido al escuchar que el chico de Éter ya había despertado, pero sonrió aún más cuando empezó a dañar a Kal, eso significaba que quizás el Éter podría ser como Até, con ese instinto depredador.

Perséfone, en cambio, tenía miedo de lo que pasase ahora, pues los dos chicos estaban activos y eso solo significaba que algo muy grande y malo se avecinaba, no importaba si era una batalla o guerra, quizás emboscada, pero algo malo era, y para eso necesitaban a Ares de su lado y que su séquito lo acompañase, Enío, Cidoimos, Fobos, etcétera. Y esa tarea le tocaba a ella, engatusar a Ares para que pasara a su lado, porque él va a donde brilla el sol y Perséfone pintaría todo de modo ganador y así sería más probable convencer al dios de la guerra, además de que podía usar muchos otros atributos.

— ¡Es magnífico, querida Kal! Lo haz hecho excelente — dijo Hades con júbilo, regocijándose en su trono de calaveras.

Kal sonrió, mostrando sus dientes afilados, amarillos y grandes, a su vez que achinaba levemente sus ojos en totalidad negros como una niña pequeña siendo felicitada.

Perséfone hizo un gesto de asco y repugnancia al ver al monstruo rubio sonreír frente a ella, por lo que miró a su marido, pero este se veía muy perdido en sus pensamientos y con una siniestra sonrisa en sus dientes blancos y parejos.

(...)

— Sofía dijo que... el chico de Éter ya está activo — comunicó Atenea un poco incómoda con sus propias palabras, pues sabía que Sofía había sido inútil antes de que el chico de activase.

— ¿Quieres que te aplaudamos, Atenea? — dijo con sorna Ares.

La diosa miró mal a su hermano, con el que siempre discutía, pero siempre salía victoriosa, ella nunca perdía contra ese descerebrado.

— Serás al primero que llamen los que estén despertando el poder, pues les sirves a su lado, porque eres un manipulable egoísta.

Ares rodó los ojos y chasqueó la lengua.

— Y tú, cómo idiota, te pasarás a su lado — siguió Atenea, diciendo meramente las posibilidades más altas en el futuro.

— No soy tan débil, ¿Te recuerdo quien es el dios de la guerra?

Atenea sonrió.

— Claro, yo, pero si ponemos a la guerra sin intelecto o estrategia entras tú, a una más sangrienta y entra Enío. Ella debería ocupar tu lugar.

Zeus masajeó sus sienes, quizás la gente pensaba que en ellos residía una extensa seriedad y madurez, pero estaban un poco lejos de ello, sobre todo sus hijos, que como todos hermanos se la pasaban peleando por idioteces.

— Silencio, Atenea, tenemos problemas más grandes que ver cómo humillas a Ares — Reprochó Hera al lado de Zeus.

— Eso. Por lo menos ya hay alguien con el chico de Éter, y bueno... He recibido las nuevas de Até — Anunció Apolo atrayendo la atención de todos —. Torturó de manera mental a tres chicos, y aparte controla lo sombrío. Sinceramente, me da mala espina de lo que es capaz, si bien es conveniente tenerla a nuestro lado para una guerra, no sería muy sabio fiarse de ella, además, en algún momento se nos saldrá de control.

Torturar, quizás, no era la mejor palabra si hablamos silenciando cosas, pero era exactamente lo que la chica había hecho y lo peor era que ni siquiera había estado consiente en ambos ataques.

La pobre Até vivía su semana aterrorizada por lo que sea que le estuviese sucediendo, se sentía como un monstruo, porque tal vez no entendía bien qué pasaba a su alrededor, pero sabía que hacía cierto daño a su gente, ya que Draven se había alejado la última semana después de ese suceso, y ella por supuesto lo entendía, lo que fuere que hubiese sucedido estaba mal y era para levantarse y correr sin rumbo fijo, pero aún así Até no cometía ni uno de sus planes de escapada, porque si lo veían de un lado productivo, no le convenía.

Até | Mestizos IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora