Capítulo 16: Unión a los malditos

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—  ¡Arriba! — le gritaba Luke — ¡Concéntrate! Los dioses no querrán ver a su único guerrero pulverizado en su propio poder, ¡Necesito que pudras a esa manzana!

Éter trataba, en verdad lo hacía, pero las fuerzas no eran ilimitadas y ni siquiera un brillo mínimo había alcanzado después de horas intentándolo, pero Luke no se había frustrado hasta una hora atrás, siendo así que se ganara cierta admiración por el chico de Éter, viendo tanta paciencia en un mestizo.

Y Luke por supuesto se le había hecho casi una tortura viendo como Éter trataba y trataba de acceder a su luz y nada, literalmente nada, salía de él. Por más que rebuscara en sus bonitos recuerdos o en los aterradores, nada le daba un resultado efectivo, pero debía confesar que entre tanta búsqueda memorial, encontró a una chica muy parecida a él, solo que sus ojos estaban en los colores de manera invertida a los suyos. En el recuerdo ellos estaban en un campo demasiado extenso, no se podían divisar casas o ríos, era literalmente el cielo, el pasto y ellos. A lo lejos él veía una colina y persuadía a la chica para ir, y por razones desconocidas ella aceptaba, pero cuando llegaron se dieron cuenta que era muy empinado para bajar. Éter no supo por qué, pero miró con intensidad fulminante a la chica tan parecida y la empujó colina abajo, oyendo sus gritos hasta un golpe seco que terminaba con la angustiante voz.

Por obvias razones trataba de enterrar otra vez ese... Recuerdo en la memoria otra vez y no decirle nada a su entrenador, el cual, por haber estado perdido de nuevo entre aquel recuerdo, estaba sonriendo con satisfacción y le decía algo que no lograba del todo entender.

— ¡Oye chico! Lo haz logrado — le decía con una sonrisa que otras veces la habría catalogado como cínica —, estás pálido. Oye deja de brillar, me duele la vista, ¿Estás bien?

Éter se lamentó al adentrarse tanto en le recuerdo, porque luego debería decirle a Luke el método que usó. Mentir no le costaba, sino que le creyesen.

— Oye, chico, responde.

Até creaba los cuervos vacíos y Éter se ponía pálido al pulverizar una manzana.

Éter cayó en la silla que se encontraba a su lado, él se veía hiperventilando desde el punto de Luke, pero en realidad se encontraba atrapado en un recuerdo que ni siquiera tenía mella de su existencia, además que había una vocecilla repetitiva que le musitaba con voz áspera: Asesino, asesino, asesino...

— Éter, vamos, no te mueras ahora — alcanzó a oír el farfullo de Luke —. Que bueno que ya no brillas.

Después de unos minutos, Éter pudo tomar la botella de agua con unas temblorosas manos bajo la mirada de su madre y a lo que se podía llamar entrenador. Kira, por su parte, estaba consternada, cada día era significado de peligro para su hijo, y ella no lo quería verlo sufrir o al borde de la muerte, así que le mandaba miradas cargadas de reproche al otro mestizo, como si sirvieran de algo, ya que Luke solo miraba con mucha curiosidad al chico de Éter, le parecía curioso el comportamiento de la cegadora luz que pudrió a la manzana, ¿Qué lo habría impulsado?

— ¿Cómo te encuentras? — le preguntó su madre al ver que el color le regresaba a sus mejillas.

Éter lo pensó un poco antes de responder.

— Cansado, pero... Mucho mejor.

Luke lo observó con detenimiento y de manera penetrante, como sí tratara de averiguar todos y cada uno de los secretos y qué pasaba en la mente del chico.

Éter le devolvió una mirada inquisitiva, pero no afectó la compostura casi intimidante y curiosa de Luke frente a él, mientras Kira asentía y le recomendaba que descansara un poco, pero antes de que se fuera, el chico habló con una voz parecido al tono solemne.

Até | Mestizos IWhere stories live. Discover now