Capítulo 23: La masacre de Australis

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Las erinias tomaron sus látigos y con esa voz áspera empezaron a susurrarle secretos al chico de Éter. Le hacían rememorar sus peores hazañas con el afán que se defendiera, le revivieron momentos llenos de mentiras y molestia, donde injustamente se le acusaba y hería.

Él estaba encerrado en un calabozo mientras Luke iba a la costa Australis, donde tenía que luchar por su bando después de la riña entre los hermanos Hades, Zeus y Poseidón, donde cada uno se acusó fielmente que el otro era el culpable, y era tal el perjurio dicho bajo juramento, que Hades tuvo que sacar a Até de su cueva porque supo que contra los monstruos marinos y seres mágicos no podría él solo, es más, alguna que otra fuente decía que Poseidón había pedido ayuda a unas oceánidas , y Luke podía confirmarlo, porque sólo se encontraba a unos metros de un cuerpo azul sombrío que luchaba con el mismísimo Zeus.

Llevaba una armadura dorada, un poco cobriza, que relucía con el sol por el atardecer y cegaba desde muy lejos.

Iban ocultos detrás de un pequeño bosque que colindaba de manera extraña con la extensa playa de aguas cristalinas y arena fina y ploma. Até iba oculta entre tanto guerrero fornido y mujer fuerte, muchas eran Amazonas, quienes miraban con casi odio a los hombres que rondaban a su alrededor como buitres, observándolas con más curiosidad que cualquier otra cosa.

Se decía que eran sanguinarias y devotas a Ares. No permitían al sexo masculino en su grupo, les repugnaba la idea de estar a lado de uno.

Bastante lejos vio a Apolo en su carruaje que surcaba el cielo combatiendo con Hécate, quien lanzaba magia para desestabilizar a quien todos consideraban un dios tan importante, merecedor de medallas relucientes y laureles sanos sobre su cabeza, pero la verdad es que no era más que un seguidor de Zeus que repetía como una pájaro lo que su padre decía, tal y como los otros Olímpicos, dispuestos a sangrar por alguien que no valía la pena.

Al darse cuenta de la llegada de Hades hubo un silencio sepulcral, que terminó los enfrentamientos de a dos para ir a luchar de a tres.

— ¡He visto lo que hace Poseidón! ¡Solo os usa de siervos, de ovejas! ¿Podéis cambiar ello? ¡Los recibiré y subiré hasta el pedestal más alto para que me acompañen en la suprema gloria! — exclamaba Hades — ¡El Caos es vida!

Y con aquello, los guerreros soltaron un alarido estruendoso y como enjambre furiosos corrieron otra vez a enfrentarse uno con los otros, dividiendo a los tres hermanos quizás para siempre.

Hades busco a Até con la mirada, y al encontrarla, tomó fuertemente de su brazo, arrebatándola del lado de su hijo Draven, siendo él quien tenía lágrimas en los ojos dispuesto ir al frente de ella, pero Luke también tenía toda esa convicción, porque de los dos, Thompson era el devoto a todo lo que Hades decía y dictaba, podría vengarse de la escoria de su padre mortal, de quienes lo molestaron, de los que arruinaron su felicidad, podría ser el todo y por eso Éter estaba encerrado en el Inframundo, porque no iba a cambiar de creencia por el chiquillo de piel pálida y ojeroso, que le había mostrado que aún no era un monstruo por completo.

— Tienes que recordar todo el dolor, mi reina — musitó Hades con enojo —. A tus padres, a esos que te despreciaban, a Zack, a la mierda que era tu vida antes de todo esto. Eres fuerte, Até, vive con el pasado, porque si no lo haces, no podrás ver tu futuro.

» Dime, querida Até, ¿Quieres ser un simple soldado perdido, o una reina?

Había perdido todo desde que supo que estaba a destinada a algo más que ser una marginada. Pero podría sentir relámpagos y tormentas mientras estaba cerca de Draven, aunque ni esa sensación iba a compensarle años y años de sufrimiento gratis que tuvo que pasar, todas las heridas y rasguños que quedaban en su cuerpo y mente, ¿Quién le iba a devolver esa sonrisa? Nadie. Y a pesar de ver los dientes alineados en la enferma sonrisita de Hades, y el brillo malicioso en sus oscuros y vacíos ojos, vio lo parecidos que eran ellos dos, dispuestos a dañar por diferentes razones pero todas a causa del dolor. Eran producto de cosas terribles, de guerras y batallas sin necesidad de una espada.

Até | Mestizos IWhere stories live. Discover now