Capítulo 4: Elemento

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Éter, un chico de cabello negro y en las puntas rizado, con ojos de diferentes colores — uno castaño con pigmentos índigos y el otro azul oscuro — justo como lo había visto Até, él tenía sus mismos ojos pero de manera invertida.

El chico, con bastante terror, se encontraba arrinconado en una esquina de su gran cuarto, con una almohada entre sus manos y una frazada que lo cubría. Miraba igual que Até para cuando se preparaba para saltar a la sombra, con los ojos bien abiertos y atento ante cualquier ruido, pues ese día se encontraba bastante paranoico después del desmayo repentino que había tenido en plena cancha de fútbol, pero él ni siquiera recordaba que había sido así, sino otra cosa, que simplemente la práctica había terminado y Éter iba a casa con un grupo de amigos, pero de repente todos habían desaparecido al llegar a una vieja plaza, era un poco, ¿Cómo describirlo?... Luminosa. Casas blancas pero habían unas grises y con unos cuervos blancos asechando desde el cielo y posándose en los árboles muertos. 

Él no era más que un espectador, pues el verdadero show se lo llevó una chica rubia contorsionista, que siempre tenía una sonrisa de boca cerrada y los ojos... los ojos tenían el negro más oscuro que en su vida habría visto, era horrible, por lo que lo primero que pensó al ver su cabeza dada vuelta era escapar, pero cayó boca a bajo hacia el suelo, y una vez miró nuevamente atrás para asegurarse si la chica demoníaca venía tras él, se encontró con la rubia encima, mirándolo de forma penetrante. Pero se asustó más cuando se reflejó en vez de él, otra chica, de cabello igual al suyo y el color de ojos invertidos, vio temor en su rostro, también mucha tristeza y toques de odio. Luego con una voz rasposa, seca y vil la rubia dijo:

— Luz.

Y despertó en un hospital, siendo atendido por un doctor llamado, por fúnebres casualidades, Álvaro Figueroa.

Nosotras lo queríamos tal y como estaba pasando. 

Luego, al llegar la noche, se había sentido observado, acosado, y siempre de las sombras, era como estar expuesto en pleno bosque. Ahora le aterraba la mera idea de encontrarse solo, de noche y en un lugar oscuro.

***

Até Amery una vez que volvió a la escuela era el ojo del huracán, pues nunca lo había visto así, ahora se sentía vagamente especial porque a pesar de todo no era invisible.

Al llegar la hora del almuerzo comió sola y por la tarde ayudó a la profesora de francés a recoger sus cosas, pero claro, Até tartamudeaba por el simple hecho de hablar con alguien.

— ¿Y s-sus cuad-cuadernos? — preguntó la chica.

La profesora la miró, un poco asombrada por el miedo y sumisión de la chica que aún mostraba a pesar de conocerse hace años y tener una buena relación Profesora-estudiante. Pues ella sabía bien que Até era muy inteligente y no le parecía buena idea que siguiese en Black Bird School, veía que la chica rizada se perdía ahí, no aprovechaba sus conocimientos ni la dejaban crecer, metafóricamente. Por lo que habló con sus padres, pero ellos negaron inmediatamente, como si la profesora les hubiese propuesto la peor idea. Ella, desde luego, se cohibió ante los padres de Até, ya que no era nada más que una profesora que invitaba a su estudiante a mejorar, pero sus padres le hicieron ver como terrible aquella idea.

— Ya los tengo, Até — dijo la profesora —, por cierto, me alegra que estés mejor después de lo del comedor, debí haber estado allí y ayudarte.

Até miró el suelo. No porque sintiera que eso debía hacer, sino porque era lo que la vieja Até hubiese hecho, ya que la nueva estaba tentada a contestar: "No debió estar allí, ni siquiera enseña bien su materia, no creo que pueda con una estudiante a la que la molestan. Haga la vista gorda."

Até se sorprendió sonriendo, imaginando más cosas y peores para decir.

— B-Bueno... Adiós.

La maestra asintió en forma de despedida y con una sonrisa dulce se fue del salón, quedando solo Até, la cual sintió una extraña y sin causa pena ajena por su profesora.

Mientras que Éter se comenzaba distanciar de sus amigos, lo cuales le dijeron hasta el cansancio: "¿Estás bien?" Pues el chico se veía retraído y pálido, si lo ponemos en perspectiva, Éter, el chico carismático y amigable, se iba pareciendo poco a poco a Até, volviéndose inseguro, mientras que la chica se iba a haciendo más fuerte.

— Éter, hoy te ves... mal — le dijo uno de sus amigos.

Si bien era considerado inteligente, un poco inocente, pero también guapo, Éter tenía su talón de Aquiles. Su rostro. Se consideraba raro, pero no al punto que había llegado Até. Su cabello no le gustaba y menos sus ojos, su nariz era aceptable, pero luego estaban los labios pequeños en forma de corazón. Láquesis, mí hermana, le consideraba terriblemente atractivo, y creía que que lo que el chico tenía era pura baja autoestima a causa de las burlas que vivió cuando pequeño por ser... especial. En cambio, Cloto solo decía que era como cualquier héroe, vulnerable mientras no sepa que lo es.

A mi no me interesaba, él tenía su destino, pero tenía varias decisiones que lo llevarían a uno, quizás, malo o bueno. Yo solo cortaría el hilo.

— Me siento bien. Estoy... bien — contestó el chico.

— Vaya, y pensar que tú nombre de elemento era más extraño que tus cambios de humor.

Claro, Alex lo decía en juego, pero era preocupante el cambio del semblante de Éter, que por cierto, de verdad tenía nombre de elemento, pues se suponía que él era el quinto, después de aire, fuego, tierra y agua.

En fin, él era la teoría misma.

Pero en la mitología era algo que se encontraba sobre el cielo. Los antiguos y ancestros creían que vivían en un domo o cúpula, que consistía en que el éter era la semiesfera que los cubría,  se suponía que era puro y brillante, quizás ellos suponían que era la parte en donde se encontraban las estrellas... O...No. Éter no tenía idea que significaba su nombre.

— Nada de eso, estoy bien, solo que mis horarios de sueño no son los mejores — dijo el chico a la defensiva.

Su amigo se encogió de hombros, pues ya había perdido el interés en el gran misterio de: "Éter y su cara de pez".

Éter era muy adorado por los maestros y estudiantes, pues le definían como prodigio, se refieren, a que es guapo, inteligente, carismático, hace deporte, va a torneos, y lo más importante, tenía amor propio.

Até | Mestizos IWhere stories live. Discover now