Celebrando 20.000 lecturas - Capítulo extra: La otra cara del 5 de noviembre

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¡Hola a todos y todas! 

Sólo puedo decir que alucino muchísimo. Ayer, tras publicar el capítulo 22, calculé que escribiría el extra al cabo de un par de días, pero es que me habéis dado ya más de mil lecturas desde que publiqué el capítulo... Os quiero mucho, de verdad, gracias por leerme *_______*

No estaría haciendo esto si no fuera por vosotros. Cuando empecé a escribir la historia, me dije a mí misma que sería feliz si llegaba a las 1000 lecturas cuando acabara. Apenas ha empezado y esto ha superado mis expectativas por mucho... No tengo palabras, cada lectura, cada voto y cada comentario se convierte en un empujón, en una razón para seguir escribiendo. Muchas gracias, de corazón :DD

Os dejaré ya con el extra, que espero que os guste, pero no sin antes decir que por fin está mi Facebook enlazado en el perfil de Wattpad, por si alguien quiere saberlo :) 

No os molesto más, nos leemos~

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Hizo girar suavemente el volante, incorporándose al carril derecho, ganándose un bocinazo largo del coche al que se acababa de colar. Suspiró, sabiendo que en el momento en el que había decidido cambiar de carril, la cola en la que había estado se volvería la más rápida de golpe, y tendría que hacer el imbécil de nuevo al cabo de un rato, cuando se cansara de esperar. Estúpida Ley de Murphy.

Odiaba Barcelona. Odiaba el tráfico. Odiaba pensar en que quizás iría mejor si cogiera el odioso transporte público. Odiaba que fuera tan temprano por la mañana. Odiaba que a todo el mundo le diera por salir a aquella hora de casa y que él tuviera que estar allí perdiendo el tiempo. Y a la vez amaba la ciudad. Se había criado allí, y aunque no todos los recuerdos que tenía de la Ciudad Condal fueran positivos, era el lugar que le había visto crecer, que le había acogido en todo momento, incluso cuando no había nadie más que lo hiciera. Amaba cada parte de ella. Le gustaba perderse en el Gòtic de vez en cuando, pasar la mano por las piedras, como si a través del tacto pudieran explicarle todas las historias que encerraban tras siglos de inmóvil observación. Adoraba pasear por Las Ramblas, subir al Tibidabo, recorrer el paseo marítimo, ir de compras a cualquier centro comercial, disfrutar de la naturaleza en Montjuïc.

Pero eso no cambiaba que las retenciones mañaneras le pusieran de los nervios.

Tamborileó con los dedos encima del plástico redondeado, buscando algo de distracción. Ni siquiera el programa de entretenimiento matinal que sonaba en la radio, con sus chistes tontos, hacía que aquello fuera menos pesado. Así que trasteó durante un rato con la rueda cromada, intentando buscar alguna emisora que le gustara, pero sus gustos musicales eran algo peculiares, y no encontró ninguna en la que sonaran canciones que conociera para poder pasar el rato cantando. Cabreado, acabó rebuscando algún CD en la guantera, extrajo el primero que encontró y lo introdujo en la ranura pertinente sin siquiera mirar qué era.

Los primeros acordes de Blew le calmaron, y cuando finalmente oyó la voz rota y grave de Kurt Cobain inconscientemente meneó todo el cuerpo, empezando por la cabeza y siguiendo con el torso, en un baile lento y privado, dejándose llevar por el particular ritmo de la canción, que se imprimía en todos y cada uno de sus movimientos. Tenía los ojos cerrados y susurraba entre dientes la letra de la canción. Cuando acabó, levantó la vista y vio al conductor del coche a su izquierda le miraba hipnotizado y asqueado a la vez. Él le sacó la lengua y le enseñó el dedo corazón, a lo que el conductor reaccionó apartando apresuradamente la mirada.

Haber encontrado Bleach, uno de sus CDs favoritos de todos los tiempos, le había puesto de muy buen humor, y no pensaba dejar que nada ni nadie le amargara.

Justo entonces los coches que tenía delante empezaron a circular, así que, tras subir el volumen a tope, arrancó el motor de su Seat León negro, disfrutando por fin de unos pocos minutos de conducción ininterrumpida. O al menos hasta que tuvo que frenar en un semáforo. Aprovechó el tiempo para echar una miradita al retrovisor. A pesar de que llevaba las gafas, unas leves ojeras se marcaban debajo de sus ojos color azul oscuro, profundos e inquietantes, como solían decirle aunque a él aquellas gilipolleces le importaran una mierda. Él sabía que estaba bueno y era sexy, pero tenía que empezar a dormir más, o su piel empezaría a resentirse. Y no le hacía falta la opinión de nadie para darse cuenta de ninguna de las dos cosas.

Su Voz (Homoerótica) [En proceso + editando]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ