Capítulo 48: Euforia

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Sólo alguien que desconoce su destino puede llegar a hacer tanto el idiota como Eric durante la mayor parte de aquel día.

De haber sabido lo que iba a pasar aquella noche, el nudo del estómago contra el que intentaba luchar a base de obligarse a desayunar se hubiera estrechado aún más. De haber tenido la más mínima idea de la cadena de sucesos que estaba a punto de empezar y que iba a cambiar su existencia para siempre, no se habría levantado tras el desayuno, hubiera cogido sus cosas y hubiese ido hacia el metro, donde maldijo por dentro a todos aquellos que infravaloraban las duchas matinales y que, por alguna razón u otra, parecían concentrarse en la zona en la que él estaba. No se hubiera comportado como si fuera un día cualquiera.

Él ya tenía claro que no, que no sería un día normal. Al pensar en el hecho de que trabajaría por última vez junto a Álex, a su mente acudieron palabras que uno sólo encontraba en las novelas y que, si las pronunciara en voz alta, le convertirían el hazmerreír de su grupillo de amigos durante siglos: funesto, desventurado, nefasto, infausto, aciago. Nunca se había sentido como un escritor, y mucho menos como un poeta, pero la melancolía le inspiraba y le llevaba a crear frases inconexas en su mente a través de las que trataba de explicarse lo que sentía, por si aquello le ayudaba. De tanto enterrarse entre libros cuando quería olvidar un mundo en el que la mayoría de las veces no encontraba su lugar, de perderse en universos que, por ser de papel, no le parecían menos reales que aquel en el que estaba viviendo, sus conocimientos sobre la lengua se había expandido. Con los libros había aprendido decenas de vocablos que jamás usaría salvo en su cabeza, y sonaba estúpido, pero el dedicarse a pensar en tonterías que jamás osaría poner sobre papel le calmó, y como tantas otras veces, en las palabras impronunciables encontró un resquicio de tranquilidad.

Cuando cruzó la puerta del estudio, con el corazón latiendo más rápido de lo normal, lo primero que vio fue a su querido Álex. Debía acabar de llegar porque, aunque a mediodía los días se calentaban y el tiempo era bastante benevolente para la época del año en la que estaban, a aquella hora de la mañana hacía bastante frío. Tenía la nariz ligeramente enrojecida, y reía mientras Laura se la frotaba con un gesto casi maternal, a la vez que también soltaba una carcajada. No podía evitar sentir envidia cuando les veía así. Era un idiota, pero él también quería llegar al momento en el que pudiera compartir aquella cercanía con Álex y que resultara tan natural como la relación de aquellos dos. A veces les veía tan unidos que incluso llegaba a sospechar que lo suyo era más que una buena amistad. En esos momentos, se obligaba a pensar en otra cosa. Lo que le faltaba era sentirse celoso de una persona que llevaba años al lado de Álex, cuando él ni siquiera era nada para el doblador.

Trató de cerrar la puerta tras él con cuidado, pero no pudo acallar todo el ruido. El sonido de los chirriantes goznes hizo que Álex se girara hacia él, y su corazón sintió la necesidad de aumentar la velocidad a la que bombeaba sangre cuando le vio esbozar una sonrisa dirigida sólo a Eric. No se había fijado antes, centrado como estaba en el contacto de la mano de Laura sobre la piel del actor de doblaje, pero sus mejillas también se habían teñido del mismo tono que su nariz. Estaba tan guapo que durante unos segundos se olvidó de respirar.

—¡Buenos días, Eric! —exclamó Álex, despertándole del embrujo al que él mismo le había sometido. Laura se limitó a saludarle con la mano antes de dedicarle una mirada de soslayo al castaño, con la que no pudo ocultar la sonrisa que amenazaba con esbozarse en sus labios. ¿Qué se traían entre manos esos dos de nuevo?

—Buenos días. —Le devolvió el saludo tartamudeando. El asiento al lado del de Álex estaba vacío, así que soltó un suspiro, decidido, y fue directo hacia él. No pensaba malgastar ninguna oportunidad de estar cerca del castaño.

A la vez que Eric se dejaba caer sobre la silla en una estudiada pose despreocupada con la que trataba de esconder lo nervioso que se sentía. El doblador abrió la boca para decir algo, pero calló al fijarse en la cara del pelirrojo. Con gesto curioso, acercó su rostro al de Eric, tanto que el más joven tuvo que apartarse incómodo. Unos centímetros más y acabaría perdiendo el control y besándole ahí mismo. Álex, todavía sin contentarse con eso, le tentó aún más al empezar a pasar la yema de los dedos por debajo de los ojos de Eric. Era apenas un roce, no llegaba ni a caricia, pero la piel pálida ardía allí donde hacía contacto con la del castaño. Los ojos azules de Álex estaban fijos en los suyos, y no podía ver más allá de ese océano en el que deseaba zambullirse.

Su Voz (Homoerótica) [En proceso + editando]Where stories live. Discover now