Su Voz (Homoerótica) [En proceso + editando]

Capítulo 45: Número de teléfono

¿Por qué el tiempo pasaba tan lento? Quizás era porque estaba sufriendo y su mente quería alargar aquella tortura. O quizás era porque, en realidad, quien quería torturarle era su hermana. Parecía que Blanca estaba bastante más interesada en seguir comiendo que en darle una respuesta a su hermano, pues, gracias al silencio reinante en la habitación, sólo interrumpido por la televisión, oyó que rascaba el cartón lleno de helado y que después lamía la cuchara varias veces, sin dirigirle la palabra en ningún momento. Para contrarrestar la parsimonia de la pelirroja, el corazón de Eric iba a la carrera, y estaba empezando a sudarle la espalda pese a que no hacía calor. Si no le contestaba acabaría sufriendo un infarto.

Supo que por fin había llegado el momento al oír el repiqueteo de la cuchara sobre la mesa, ver que su hermana se levantaba para dejar el helado de nuevo en el congelador y al notar el pie de Blanca en su costado una vez esta hubo vuelto, jugueteando a empujarle levemente.

-¿Y qué esperabas? -Le espetó ella, resoplando-. Las rupturas son duras, no puedes pedirle que siga trayéndote a casa como si nada.

-No se lo pedía ni cuando estábamos juntos, era él el que insistía -contestó antes de pensar en lo que había dicho.

Después, sus ojos se abrieron desmesuradamente, pues aquella no era la reacción que había esperado de ella. Cabreo, frustración, tristeza al sentirse traicionada, incluso sorpresa. Se había imaginado cientos de posibilidades, pero no aquella calma, que le parecía incluso más peligrosa que el puñetazo que había pensado que se llevaría. Se giró para encarar a su hermana, y la vio sonriendo complacida, tocándole aún con el pie.

-Eso no es importante ahora -continuó Eric, pinzándose el puente de la nariz. Empezaba a dolerle la cabeza-. Te acabo de decir que me gustan los chicos, ¿y te da igual?

-Que soy tu hermana, ¿te crees que no lo sabía?

-Suponía que lo sospechabas, pero...

-Eric -le interrumpió, y sus labios se curvaron en una sonrisa dulce, comprensiva-, estamos hablando de ti, el chico que de golpe decidió cambiar toda su vida para convertirse en doblador porque la voz de uno que había escuchado le gustaba mucho. El mismo que en plena adolescencia nunca había hablado de chicas ni se había interesado por ellas, ni siquiera por disimular, pero planeaba su futuro para poder conocer a un hombre misterioso del que no sabía nada. Quizás la mama piense que eso es la llamada de tu vocación o una tontería semejante y viva creyendo que un día aparecerás con una novia colgada de tu brazo, ella es así. Yo te conozco mejor, y sólo te atreverías a cambiar tanto por una persona muy importante. Sospechaba que eras gay antes de lo del doblaje, después lo tuve claro.

-Así que llevo años haciendo el gilipollas, intentando escondértelo -murmuró a la vez que soltaba una risita sarcástica, sintiéndose idiota.

-Pues sí. No sabes lo mucho que me cabreaba cada vez que te dejaba ver que podías decírmelo y tú te callabas. Me entraban ganas de pegarte un puñetazo en la boca, por imbécil.

-Creía que me lo acabaría llevando hoy.

-Has tenido los cojones de decírmelo por fin, así que por esta vez te salvas -contestó Blanca con voz juguetona antes de tirarse sobre su hermano y rodearle el cuello con los brazos.

Eric le devolvió el abrazo, dejando que su cabeza reposara sobre uno de los hombros de su hermana. El pelo de Blanca le rozaba la nariz y le producía cosquillas y ganas de estornudar, pero se mantuvo quieto. Se sentía aliviado, tan aliviado... La pelirroja tenía razón, había sido un imbécil. Imbécil por no haberse quitado aquel peso de encima mucho antes, por no haberse abierto con una persona que, en realidad, sabía que le aceptaría tal y como era. Blanca no había dicho nada al respecto, aunque Eric sabía que si se hubiera callado durante mucho más tiempo probablemente se hubiera cargado aquella relación tan simple, funcional y bonita que compartían.