Capítulo 40: Promesas rotas, promesas nuevas

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Durmió toda la noche del tirón, sintiendo que los brazos de Pau no se alejaban en ningún momento de su cuerpo, que le retenía constantemente con ellos. No hubo pesadillas, ni sueños extraños, aunque sí un par de imágenes demasiado vívidas sobre lo que había pasado la noche anterior. Estaba medio despierto, así que le pareció que, mientras el sueño continuaba, se le escapaba un gemido entre dientes. O quizás sólo fuera parte de la fantasía, no podía asegurarlo. Intentó despertarse en ese momento, pero estaba tan cómodo que prefirió arrebujarse mejor, apretarse contra el torso del moreno y perderse de nuevo en sus sueños, fueran los que fueran.

No supo si habían pasado un par de horas o diez minutos, pero al final acabó despertando del todo. Lo primero que notó nada más abrir los ojos fue la incipiente erección provocada por su sueño demasiado subido de tono. Y lo segundo fue la mirada oscura y sensual de Pau clavada en la suya, acompañada de una sonrisa nostálgica. A punto estuvo de preguntarle qué le pasaba, pero al momento sus dedos empezaron a acariciarle la mandíbula, a recorrerla con extrema lentitud hasta agarrar suavemente su barbilla, atrayéndole así hasta poder besar sus labios. Eric se dejó hacer, sintiéndose dormido aún hasta que se apartó con cuidado al pensar que probablemente su aliento apestaba después de tanto rato durmiendo.

—Buenos días —le saludó Pau con un tono más ronco y grave de lo normal, provocándole un estremecimiento placentero.

—Buenos días —contestó, intentando distraerse. No quería pensar en que, si llevara calzoncillos, probablemente se le hubieran caído al escuchar aquella voz tan profunda—. ¿Llevas mucho rato despierto?

—No demasiado, hará unos veinte minutos.

—Podrías haberme despertado.

—Estabas durmiendo muy bien, y además, apenas son las diez.

—¡¿Las diez?!—Exclamó, levantándose de golpe como si tuviera un resorte en la espalda.

No sabía muy bien dónde estaría su móvil, pero tampoco se sentía con ganas de descubrirlo. Notaba que empezaba a sudar sólo con pensar en la de llamadas perdidas que le habría hecho su madre, en la bronca que le caería al volver por no avisar de que pasaría la noche fuera. Él había planeado despertarse temprano e ir a casa antes de que su familia se enterara de que no había vuelto por la noche, pero ya era imposible. Y, encima, tendría que inventarse una excusa en la que no había pensado aún, pues no podía explicar que había pasado media noche y parte de la mañana encerrado en una habitación de hotel con Pau. Diría que al final se habían quedado a dormir en casa de alguno de sus amigos los tres juntos, que se les había perdido Carles y habían pasado toda la noche buscándole, que unos extraterrestres le habían abducido y habían hecho pruebas con él hasta soltarle en las afueras de Barcelona durante la madrugada y que él, desorientado, no había sabido encontrar el camino de vuelta a casa antes. Seguro que algo así funcionaba.

Al verle tan estresado, el moreno optó por empujarle de nuevo contra el colchón, entrelazar los dedos en los suyos y empezar a besarle, ansioso perdido. Intentó resistirse, pero qué demonios, se había despertado empalmado y el beso que se habían dado al principio le había sabido a poco. Necesitaba más, mucho más. Su mal aliento ya le daba igual.

—Si quieres te llevo ya a casa, pero como mínimo deberías ducharte. ¿Has visto qué pintas traes? —Murmuró Pau sobre su boca, tan cerca que le enloquecía.

—Pues las mismas que tú —contestó mordisqueándole el labio inferior. Se refería al pelo despeinado, los chupetones, las marcas de mordiscos, la piel pegajosa de sudor y otros fluidos corporales en los que no quería centrarse. Pero seguro que aquel desastre que hacía que Pau estuviera más sexy que nunca a él le convertía en un horror.

Su Voz (Homoerótica) [En proceso + editando]Where stories live. Discover now