Celebrando 150K lecturas - Capítulo extra 10: Deseos

4K 385 415
                                    

¿Os he dicho alguna vez que os quiero? Pues lo mejoraré, OS AMO *______* Mil gracias por tantas lecturas, es un sueño para mí  aksmdaslkdnaskldnaskldnsadla

**************************************************

Cuando el chico de la barra dejó el agua delante de él, le pasó el dinero que costaba además de un poco de propina antes de darle un largo trago a la botella, muerto de sed. Llevaba un buen rato esperando que le sirvieran, pero es que la cola para llegar a la zona de bebidas era casi infinita, y los que trabajaban apresurados detrás de la barra metálica no daban abasto para atender a todos sus clientes.

Como allí había demasiado movimiento para su gusto, prefirió ir hacia una de las columnas del local, reclinándose de forma indolente contra ella, observando la abarrotada discoteca. El lugar estaba plagado de hombres, si bien de vez en cuando se veía la figura femenina de la típica amiga que o bien se dejaba arrastrar hasta el lugar o, como haría Laura, rogaba al amigo gay de turno que la llevara con él al local de ambiente. La rubia, en aquella ocasión, no había podido acompañarle. No era raro que se juntara con él y, de paso, se llevara a su marido de fiesta para que pasara un mal rato cuando un chico se atrevía e intentaba ligar con él, pero por lo visto tenía una cena con sus suegros. Aguafiestas. Por lo menos le había prometido que le enviaría un mensaje cuando llegara a casa para ponerle al día de las burradas que soltaba su suegra y preguntarle a él qué tal le había ido la noche.

Mientras pensaba en lo mucho que echaba de menos la presencia de su amiga para alegrarle la noche, siguió desplazando la mirada y repasó la barra, las paredes contra las que algunas parejas ya se estaban devorando, y la puerta que llevaba al cuarto oscuro. De este último pasó por completo. Si bien era cierto que Álex no solía discriminar demasiado a la hora de llevarse a cualquiera a la cama, seguía sin gustarle la idea de meterse ahí y no poder dilucidar con quién estaba echando un polvo. Lo había probado una vez y, si bien había sido toda una experiencia, no había acabado de disfrutarlo. La oscuridad y el anonimato no iban con él, al contrario, lo que le gustaba era brillar; su lugar, sin que hubiera ninguna duda al respecto, era la pista de baile. Lo que le excitaba era perderse entre la multitud, hacerse un hueco entre los cuerpos apretados, que las miradas le acabaran buscando, sentir que se le acercaban y reírse por dentro mientras unos cuantos luchaban por ser el que consiguiera el premio de llevárselo a la cama. Y si al final los ganadores eran dos en vez de uno, pues bueno, tampoco tenía ningún reparo.

Pero, por una vez en su vida, no le apetecía pegarse a las figuras sudorosas, ya que se sentía desanimado. De hecho, llevaba varios días sintiéndose así. Y no era que no lo hubiera intentado arreglar a su manera. Además de ir al par de estudios en los que estaba doblando una película y una serie y sus rutas diarias por la ciudad en las que corría hasta hartarse, había añadido las salidas nocturnas recurrentes, algo que normalmente reservaba para el fin de semana a menos que estuviera muy cachondo y necesitara desahogarse. Y se había hartado, tanto que había perdido la cuenta de en cuantas camas distintas había acabado. Incluso con uno lo había hecho en el coche, como si fueran adolescentes en una de esas películas tontas americanas. La peor parte era que, pese a que había sido un mes de desenfreno total, no importaba cuántos polvos echara, aquella desazón y el vacío que sentía por dentro no desaparecían.

—Hola, ¿cómo te llamas? —preguntó una voz de golpe, cerca de su oreja.

Había estado tan absorto pensando en sus tragedias personales que no había visto que aquel hombre se le acercaba. No estaba nada mal. Era un hombre de mediana edad, bastante alto, moreno, con la piel algo bronceada y vestía de forma demasiado formal para el lugar en el que estaban, llevando un traje y una corbata convenientemente desabrochada. Su ropa, junto con esa sonrisa falsa con la que intentaba seducirle, le otorgaba un aire de sugar daddy que nunca había pensado que fuera atractivo, aunque debía admitir que a él le quedaba bastante bien. Presentía que era el típico que, tras un buen encuentro, no dudaría en tratar de colmarle de regalos para mantenerle como amante a espaldas de su mujer. Era un follón deshacerse de ellos, pero estaba en un momento vulnerable en el que se disponía a saltarse las reglas que se imponía a sí mismo, así que le devolvió el gesto y se acercó hacia él, casi enganchándose a su torso.

Su Voz (Homoerótica) [En proceso + editando]Where stories live. Discover now