Capítulo 52: La esperanza es lo último que se pierde (Parte 2)

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Hola a todos :) Disculpad la tardanza, sólo quiero deciros que para el próximo también tardaré bastante dasmadlmasdlasd Lo siento mucho, en unos meses tendré más tiempo libre y podré dedicarme de forma regular a escribir de nuevo, ¿vale?También he añadido una canción al capítulo porque... bueno, si lo leéis y la escucháis/conocéis, ya lo entenderéis xDDDDDDDU

Gracias por la paciencia, ¡nos leemos! :D

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Al día siguiente, en vistas de que le dolía la cabeza por la falta de sueño y lo mucho que iba a odiar ver a Blanca durante el desayuno, decidió pasar la mañana en su habitación, releyendo por enésima vez el libro que Pau le había regalado por Sant Jordi. Le parecía que había pasado mucho tiempo desde entonces, y tenía la sensación de que desde que Álex había irrumpido en su vida, las manillas del reloj corrían a una velocidad superior.

Quería una mañana de recogimiento y autoflagelación en la habitación, pero no le dejaron. Hacia el mediodía, empezaron a llegar los mensajes del grupo de sus amigos, en el que también habían incluido a Anna. Cuando Carles tomó esa decisión, Eric sólo pensó en que suerte tenía de que no pudiera leer los mensajes anteriores a su incorporación en el grupo, o de lo contrario cortaría con él al momento. Aún recordaba los centenares de dibujos de chicas medio desnudas que les mandaba cada dos por tres, explicando de qué anime eran y por qué le gustaban cuando tanto a Eric como a Pau les resbalaba su opinión al respecto, en especial al pelirrojo. No tenía interés en las chicas reales, mucho menos en las ficticias.

Por suerte, ya no quedaba rastro de aquella manía. Desde que salía con la rubia, Carles parecía tener las hormonas bastante más controladas y, salvo por alguna frase azucarada que se les escapaba a ambos cuando charlaban entre todos y con las que Eric siempre temía que acabaran desviándose hacia una conversación de parejita que le llevara al borde de la náusea, el castaño había dejado de molestarles con sus vicios incomprensibles. Así que, pese a que cuando dijo que no podía aceptar la invitación de Pau de quedar con ellos porque ya tenía planes con Álex, no encontró una campaña de acoso y derribo a base tetas en 2D. La encontró en forma de consejos, muestras de preocupación, burlas, pequeñas broncas y textos llenos de emoción y miedo a partes iguales por parte de Anna.

Trató de tranquilizarles diciendo que sólo iba a hablar con él y, en el fondo, no mentía: esa era su pretensión. Le había estado dando vueltas durante toda la mañana. Tampoco era cuestión de engañarse, sabía que en cuanto le viera perdería la cabeza y cualquier capacidad de raciocinio, pero deseaba de corazón tener una conversación decente con Álex. Quería aclarar lo que había pasado, escuchar lo que Álex tuviera que decirle, incluso tratar de reclamarle cualquier tipo de explicación que le diera sentido a aquella forma tan cruel y fría de echarle de su casa. Sabía que era ilusionarse demasiado, pero no podía evitarlo cuando se trataba de él. Pasara lo que pasara le amaba, y necesitaba una razón lógica que le ayudara a no desesperarse cada vez que pensaba en el tipo de persona del que se había enamorado; algo que se pareciera a una disculpa o una explicación le bastaría para no odiar esa parte de sí mismo que estaba loca por un imposible.

Como después de lo que había dicho sus amigos no callaron, les dijo que se iba a comer, silenció el grupo y trató de calentarse algo que le había dejado su madre. La comida pasó un gran trayecto en el microondas para que después le diera vueltas una y otra vez sobre el plato mientras trataba de convencerse a sí mismo de que podía conseguir sacarle algo al doblador y acabara de vuelta en el tupper, tal y como estaba antes de que la sacara de la nevera.

Dedicó el tiempo que le quedaba tras su intento de almuerzo a dar vueltas por la casa, sacar confianza de donde no tenía y batallar por no ir hecho un desastre al encuentro. Se comió tanto la cabeza durante ese tiempo que se olvidó del reloj y, cuando quiso darse cuenta, ya llegaba tarde. Echó una carrera hacia el metro y, una vez dentro del vagón del tren que le llevaría hasta el Eixample, pasó el rato sentado en el asiento, moviendo el pie casi de forma espasmódica y mordiéndose el labio hasta despellejárselo de un lado. Por una vez no le servía observar a los demás para relajarse; no había nada en el mundo que le asegurara la calma cuando, de forma consciente, sabía que iba a ver de nuevo a Álex.

Su Voz (Homoerótica) [En proceso + editando]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin