8.

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MATTHEW.

Era mi primera noche en este apartamento del infierno, daba vueltas en la cama de porquería, era exageradamente blanda y sentía que dormía sobre un montón de cobijas, aparte el viejo no me permitió sacar mi colchón ortopédico super cómodo.

Me levanté enojado de la cama tirando todo a mi paso, odiaba este trato de mierda que me forzaron a cumplir.

Salí de la habitación en busca de algo de comer, al llegar a la cocina vi a Katherin en el sofá de la pequeña sala, parecía estar llorando, no le preste mucha atención y me dirigí a la cocina, abrí uno a uno los gabinetes y gavetas del lugar, la nevera y el horno y no encontré absolutamente nada, había olvidado que tenía que hacer las compras antes de empezar a vivir aquí, maldición.

— Tengo algunas galletas si quieres — mire a la mujer que ahora se encontraba mirándome desde la barra de la cocina que hacía de comedor.

— No quiero ninguna de tus porquerías — ella me frunció el ceño, pero no dijo nada, simplemente se retiró del lugar.

Volví al cuarto y me tiré en la cama dando vueltas hasta que logré conciliar el sueño.

Desperté por el ruido de la alarma, hoy empezábamos juntos en la empresa, por petición del viejo teníamos que ir juntos al lugar, y luego debía llevarla a sus clases, salir tomados de las manos, etc. Quería que la prensa se enterara que tenía pareja, ya el sábado se confirmaría con la fiesta de compromiso.

Salí de la habitación hacia el pequeño cuarto de baño y un aroma delicioso se coló entre mis fosas nasales, lo seguí hasta la cocina y me encontré con Katherin preparando el desayuno.

— ¿Qué preparas? — ella dio un brinco en el lugar antes de mirarme.

— ¡Dios Matthew me asustaste! — exclamó poniendo su mano en su pecho. —Preparo mi desayuno — fruncí el ceño, en qué momento consiguió cosas para cocinar.

— ¿Cuándo trajeron la comida? —

— ¿Eh?, nadie trajo nada, yo fui a comprar algunas cosas, no quiero ir a mi primer día de trabajo con mi estómago vacío — le asentí con la cabeza mientras ella se daba vuelta y servía en un plato unos pancakes que se veían deliciosos.

Se dio vuelta de nuevo y apago las estufas, se sirvió un café y se sentó en la barra a comer, miré hacia a todos lados, pero no vi el plato para mí.

— ¿Y mi desayuno? — ella me miro sin dejar de comer, algo de jarabe bajaba por la comisura de su labio, con un dedo lo limpio antes de contestarme.

—Dijiste que no querías nada de mis porquerías — se encogió de hombros y con su mano señaló atrás de ella.

— Alla quedaron algunas cosas para que prepares tu desayuno — estúpida mujer.

Fui de regreso al baño y me encerré en él dando un portazo, tendría que desayunar en el camino al trabajo o llamar a Sherry, esa anciana siempre tenía listo mi desayuno en las mañanas, y en general todas mis comidas, sabía que me gustaba comer.

Terminé mi ducha y me vestí con ese pensamiento en mente, al terminar tome el teléfono y la llame, no podría vivir aquí, pero podría venir cada mañana e irse a la noche.

— ¿Diga? —

— Sherry, mi dulce Sherry, ¿Dónde estás? — ella titubeo un poco antes de contestar.

— Joven Matthew, ¿Cómo esta? Yo me encuentro en mi pueblo — fruncí el ceño, no recuerdo darle vacaciones.

Sherry, ¿Quién mierda te dio permiso de irte de viaje? — me controle lo más que puede para no gritar más groserías, después de todo era una mujer mayor.

Forzando el Amor [Ya en Fisico en Librerias y Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora