22.

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MATTHEW

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MATTHEW.

Desperté por los rayos del sol entrando por la ventana, después de estar despierto la mayor parte de la noche intentando no saltar sobre Katherin para hacerla mía, cosa que fue sumamente difícil, pues había salido del baño con un pijama que no cubría nada.

Sentía muy blanda y suave la almohada en la que estaba acostado, además que desprendía un olor delicioso, abrí mis ojos lentamente acostumbrándome a la luz que entraba en la habitación, y ahí estaba yo, acostado cómodamente sobre los pechos de Katherin.

Aspire su aroma mientras movía un poco mi cabeza, está condenada mujer era una tentación andante, y la tensión sexual que había surgido entre nosotros iba a hacer de nuestra convivencia un infierno total.

— ¿Qué haces? — moví un poco más mi cabeza y me quedé completamente quieto cerrando los ojos con fuerza.

— Matthew — su voz se escuchaba un poco adormilada. Su mano subió a mi cabello acariciándolo un poco — ¿Estas despierto? — no respondí y dejé que siguiera acariciando mi cabello, se sentía extrañamente bien.

Paso su mano por sobre el brazo que tenía rodeando su cuerpo, y aun dando caricias a mi cabello sentí como se durmió nuevamente, esperé un poco más para poder levantarme de la cama.

La mire desde donde estaba, se veía como un Ángel, sus labios estaban un poco entreabiertos, su hermoso cabello negro extendido sobre la almohada hacia contraste con el blanco de las sábanas, tome mi celular y con cuidado que no me sintiera quite la sabana que cubría de sus caderas para abajo y le tome una foto, tendría esto de recuerdo de mi primer día como hombre casado.

Tome una larga ducha, aprovechando el agua para solucionar un problema que traía desde anoche, problema que se intensificó al salir de la ducha y ver a Katherin boca abajo en la cama con una mano hacia el lado de la cama donde yo dormía anteriormente, parecía buscarme y ese pensamiento hizo aparecer una sonrisa en mi rostro, agite la cabeza para alejar ese pensamiento, mire sus piernas desnudas, una de ellas recogida hacia arriba, esas piernas definitivamente lo volverían loco.

Salí de la habitación en busca de desayuno, no sabía cómo soportar estar en la misma habitación que ella sin tratar de saltarle encima y devorarla.

Baje al restaurante y solicite dos desayunos para la suite nupcial, mientras esperaba que tomarán el pedido con lo que quería comer note que una de las meseras salió de la cocina con un carrito, en el llevaba un balde metálico con hielo y una idea perversa vino a mi mente.

— Disculpa linda, ¿Puedes hacerme otro favor? — la rubia que me atendía sonrió coqueta.

— Claro, lo que tú quieras — le hice mi mejor sonrisa.

— Me gustaría un balde de esos de hielo, ya sabes — le guiñe el ojo, — Tengo un área adolorida y quisiera ponerle algo de hielo, ¿Tú puedes ayudarme con eso? —

Forzando el Amor [Ya en Fisico en Librerias y Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora