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MATTHEW.

Los meses pasan sin que te des cuenta, sin embargo, en mi caso, sí que me di cuenta, pasaron tan lento que pensé que moriría antes de ver nacer a mi hija.

El día que nos dijeron que tendríamos una niña, lleve a Katherin de compras, gaste todos los ahorros que tenía trabajando con mi padre desde que me había casado, solo esperaba que algún día descongelaron mis otras cuentas y usar ese dinero, por el momento debía usar el dinero que tenía.

Compré todo lo necesario para armar la habitación de mi hermosa bebé, y con mucho amor y dedicación pinté la habitación contigua la nuestra de un tono lila con hermosas mariposas con pintura de neón que brillaba en la oscuridad. Todo lo mejor para mí hija.

Kathe me pidió ser quien escogiera el nombre de la pequeña, dijo que era algo muy importante y por ello quería que fuera yo quien decidiera, también dijo que no quería saberlo hasta el día del nacimiento, mientras ese día llegaba la llamábamos "la bebé".

En el quinto mes, por extraño que parezca, Kathe termino irritada y odiando cada una de las cosas que hacía, no podía ni estornudar sin que le molestara, ese mes termine durmiendo en el sofá, con ella odiándome, aún teníamos bastante sexo, pero era para calmar sus hormonas, luego me sacaba de la cama con las palabras "tu rostro me da náuseas" tan dulce mi mujer.

Por ese mismo tiempo, me realicé la prueba de compatibilidad con Amelia, y afortunadamente fui compatible, un par de días luego de la extracción de las células madre, fueron implantadas en Amelia, su cuerpo las había recibido y aceptado a la perfección y ahora se encontraba muy bien de salud, lo que ponía muy feliz a Kathe.

Sus antojos eran siempre a las tres de la mañana, y eran las cosas más extrañas que se pudieran imaginar, una noche tuve que salir a buscar un helado de menta con jarabe de fresa, trozos de manzana picada y galletas oreo, comprar las cosas me tomo más de una hora recorriendo la ciudad, nada fuera de lo normal, el problema vino en el momento de comerlo, vomité todo al verla revolver todo en un tazón y meterlo al microondas, ¡Asqueroso!

Para el séptimo mes sus cambios constantes de humor me sacaban de lugar, había días que se sentía como una gran diva mostrando su panza, y otros dónde lloraba a mares porque se veía gorda, lo peor era llegar al trabajo, la mayoría de veces peleaba con cualquier mujer que tan siquiera volteara su mirada hacia mí.

"Estaba casado y enamorado de esa hija de lucifer"

— Matthew, Matthew — sentía que me movían y me hablaban, pero aun así no podía despertar, me había acostado completamente agotado está noche.

Una sensación fría se apoderó de mi cuerpo y abrí los ojos rápidamente para ver el rostro de Katherin contraído por el dolor con un balde en su mano.

— Hasta que despiertas imbécil, creo que es... Ahhh — se dobló del dolor y rápidamente me levanté de la cama para tomarla en brazos.

En el momento en que la atraje hacia mi cuerpo un líquido caliente mojó mis pies.

— Matthew — me había quedado en shock. — reacciona idiota, ya es hora, ahh —

— Es hora — repetí lentamente — Es hora — miré a Kathe dando una sonrisa y una nueva mueca de dolor me trajo a la realidad, — maldición, ya es hora —

Corrí tan rápido como pude a la habitación de la bebé y saque las maletas que estaban listas, luego tome a mi mujer en brazos y la lleve al auto.

Al llegar al hospital la ingresaron primero mientras yo llenaba todos los documentos necesarios para la llegada de mi hija, de paso, aproveché para llamar a mamá y avisarle.

Forzando el Amor [Ya en Fisico en Librerias y Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora