28.

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MATTHEW.

Nos sentamos en la mesa a planear como realizar las fotos, la locación y demás. Algunas horas transcurrieron desde que empezamos, por alguna razón la conversación era muy amena, disfrutaba de es luchar a Katherin y la emoción con la que contaba sus sueños e ideales, y muy dentro de mi sentía la enorme necesidad de quitar todos los obstáculos que aparecieran en mi camino para verla siempre feliz.

— Estoy muerta, antes de tomar las fotos, ¿quieres ir a comer algo? — le sonreí.

— Claro –

— Hay un lugar cercano donde trabajaba antes, sus postres son deliciosos y siempre me dejan más barato cuando voy con amigos — amigos, no quería que me viera como amigo, no ahora.

— Por supuesto, vamos — forcé una sonrisa, vamos Matthew, paciencia, si no le dices nada no sabrás que pueda pasar.

Llegamos a una panadería, era muy psicodélica, cada uno de las paredes estaban pintadas de color distinto, todos muy llamativos, las sillas y mesas parecían ser hechas de materiales reciclados, era en verdad un lugar genial, muy ingenioso.

Antes de sentarnos un hombre alto y musculoso se acercó a nosotros, al ver a Katherin corrió a ella levantándola en sus brazos en un abrazo, haciéndolos girar en su sitio mientras se es escuchaban las fuertes carcajadas de Kathe.

— Chris, que alegría verte, mírate estas cada vez más musculoso, los esteroides son malos — ambos sonrieron y yo me aclare la garganta, estaba a punto de saltarle encima, no me importaba que fuera tres veces más grande que yo.

— Chris, te presento a Matthew, él es — antes que pudiera continuar la interrumpí mientras la tomaba de la cintura.

— Soy su esposo, un gusto Matthew Collins — le extendí la mano con una sonrisa triunfal mientras él la tomaba con fuerza y miraba a Katherin con una mirada pícara.

— Te tenías este bombón bien guardado princesa, seguro era miedo que te lo quitará — Me sorprendí al escucharlo y mi cuerpo se refugió tras el cuerpo de Katherin.

— Nada de eso, sólo no había tenido tiempo de venir —

— Tienes razón pequeña princesa, ha pasado un tiempo sin vernos, ¿Cómo está Amelia? — ella hizo una mueca antes de contestarle.

— Ella está bien. Te contare de eso en otra ocasión, por ahora sólo queremos unos ricos postres, especialidad de la casa — ¿Qué tenía que contarle?

Nos sentamos en una mesa a conversar, entre más hablaba con ella más sentía que nos conectábamos, era un algo raro, pero me gustaba. Era una persona muy animada y creativa, era muy simpática y carismática, y estaba seguro que a medida que la conociera iba a descubrir muchas cualidades más de ella.

Después de comer algo fuimos de regreso al apartamento, ya teníamos todo listo para las fotos.

— Muy bien, sólo sacamos las cosas y vamos directo al parque — decía entusiasmada.

— Ahora que lo pienso, ¿Dónde se supone que nos cambiemos en el parque? — le pregunté pensativo, yo podía cambiarme sin problema, pero no iba a permitir que nadie viera a Katherin cambiándose de ropa, antes muerto.

— Diablos, que torpe soy, había olvidado completamente ese detalle, maldición — sonreí mientras quitaba un mechón de cabello que el viento llevo a su rostro.

— ¿Qué tal si lo hacemos en la terraza del edificio? Alla nadie te verá cambiándote — Me mostró una sonrisa enorme.

— Eres un genio, es una excelente idea, vamos pronto — tomo mi mano y empezó a correr las calles que nos faltaban hasta el apartamento.

Forzando el Amor [Ya en Fisico en Librerias y Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora