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KATHERIN.

El momento que me enteré que estaba embarazada tuve una combinación de sentimientos, decir que tenía miedo era poco, estaba aterrada, aun así, me sentía feliz.

Tener una pequeña vida viviendo en tu interior era el sueño de muchas mujeres incluida yo, sin embargo, no podía evitar pensar que diría Matthew en el momento que se enterará, principalmente por su renuencia a tener hijos.

El miedo se aumentó cuando a mi habitación en lugar de ver entrar a mi esposo entraron mi suegra y mi cuñada, no pude evitar llorar, sabía que significaba eso, Matthew se había ido.

Lloré en brazos de mi suegra un buen rato, hasta que la puerta se abrió de golpe y un Matthew completamente mojado y con cara de arrepentimiento apareció frente a mí, no sé qué rostro tenía en ese momento, pero eso pareció afectarlo aún más y corrió a mis brazos.

Una sensación de alivio y felicidad se instauro en mi interior, y fue mucho más grande cuando él puso su mano fría sobre mi aún plano vientre. Maggie nos miró sonriente y supe que él estaba aquí gracias a ella.

Después de ese día todo cambió entre nosotros, mi Matthew idiota había cambiado, ahora intentaba cocinar, aunque le salía asqueroso y cuidaba de mi como si fuera la pieza más frágil de porcelana.

— Cuidado al subir las escaleras, no, mejor espera que te subo — dijo mientras corría a mi tomándome en sus brazos para subir.

— Matthew, puedo caminar, no me va a pasar nada —

— Prefiero estar seguro de que tú y mi bebé van a estar bien —

Lo único que me quedaba hacer era abrazarle y besarle cada vez que tenía esos gestos hermosos conmigo, al menos así fue la primera semana, después empezó a sofocarme, era muy intenso, lo amaba, pero ya se estaba pasando de paranoico, al punto que no me dejaba ni bañarme sola, llegué al punto de tener que trabajar sentada en sus piernas porque el decía que la silla que tenía no era cómoda y podía afectarnos.

El momento en el que le contamos a mi madre de mi embarazo fue el más emotivo de todos, ella estaba respondiendo bien a las quimioterapias, y tal como le dijo papá en ese momento, este pequeño bebé era el incentivo que necesitaba para luchar aún más fuerte contra su enfermedad, ese mismo día Matthew se ofreció como donante de células madre para ella y se realizó el examen de compatibilidad, ahora esperábamos los resultados.

Mi embarazo había traído consigo un aumento en mi apetito sexual, no podía ver a mi esposo sin querer comérmelo completito, en varias ocasiones había despertado a la madrugada con ganas de él, y después de darle un par de besos en su abdomen, su pecho y a veces más allá el quedaba completamente dispuesto a satisfacerme.

Ahora me encontraba abochornada en mi oficina, acabábamos de ser descubiertos por Maggie teniendo sexo en la oficina, y sin que eso fuera suficiente él decidió que era buena idea terminarlo contra el vidrio, estaba segura que personas de edificios aledaños habían visto nuestra escena, ¡Qué vergüenza!

La puerta de mi oficina se abrió de golpe y por ella entro la persona más despreciable que conocía.

— ¿Me extrañaste? — me preguntó sínica

— ¿Quién te extrañaría? — pregunté encogiéndome de hombros, — ¿Qué haces en mi oficina? —

— Ay tu oficina, se te subió el apellido a la cabeza, pobre, si supieras que ahora que estás embarazada Matthew no halla el momento en el que su contrato acabe y pueda irse, verás, él odia los niños, solo te tenía como pasatiempo sexual, pero ni bien te pongas gorda te abandonará, o mejor aún, te hará lo mismo que a mí y te obligará a abortar — abrir mis ojos con sorpresa.

Forzando el Amor [Ya en Fisico en Librerias y Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora