02| Manera de cagarla número dos: pensar con la cabeza de abajo

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La cabeza me duele tanto que siento que va a estallar en cualquier momento y la escasa luz que entra por la ventana va directo a mi rostro haciendo que me sienta aún peor

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La cabeza me duele tanto que siento que va a estallar en cualquier momento y la escasa luz que entra por la ventana va directo a mi rostro haciendo que me sienta aún peor. La garganta me arde y siento que mi boca está seca. Quiero moverme, pero no puedo hacerlo debido a que el cuerpo me pesa como si tuviese algo aplastándome.

La maldita resaca me está dando los buenos días de la peor manera.

Gimoteo y cubro mi rostro con la sábana para que la luz deje de estar sobre mí. Aun haciendo esa acción, el dolor en mi cabeza no disminuye ni un poco. La irritación comienza a aumentar al igual que mis ganas de lanzarme del techo en tanto siento que la habitación da vueltas y vueltas como un puto carrusel. Por un segundo creo que voy a vomitar, sin embargo, me contengo. Maldita resaca del demonio.

Joder, esta vez sí me pasé un poco.

No, «poco» se queda demasiado corto, crucé la línea, fui más allá de mis límites o eso es lo que parece ya que no estoy consciente de lo que sucedió en realidad. Sea lo que sea que haya hecho ayer está viéndose reflejado hoy y la culpa no tardará en aparecer y hacerme mierda moralmente.

Intento seguir durmiendo para que el dolor se me pase, no obstante, no puedo continuar debido a que me siento tan fatal que eso me impide conciliar el sueño. Trato de dar la vuelta, pero me es casi imposible moverme. Paso saliva por mi garganta a duras penas y como no puedo seguir durmiendo por la maldita cabeza que está matándome, abro los ojos de mala gana. El primer pensamiento que tengo es: puto día.

Si pudiese golpear al Jean de hace un par de horas atrás lo haría, ha sido un imbécil. Hemos sido, mejor dicho. Si ahora estoy de este modo no es más que mi culpa, estaba furioso y quería dejar de sentirme de esa manera, pero nada justifica lo que hice, el alcohol no soluciona los problemas y yo más que nadie debo saberlo. La idea era distraerme de todo lo que tengo en mi cabeza, no hacer que esta me duela.

¿Qué demonios pasaba por mi mente por permitir que terminara de este modo?

Los recuerdos de la noche pasada parecen borrosos, como los sueños que se tienen y de los que a veces nos cuesta trabajo poder hacer memoria, esos que sabes que están ahí, pero que no sabes con exactitud de qué trataron. Ni siquiera puedo recordar cómo llegué a casa y qué hice para acabar así. Joder, joder, joder.

Y ahí está la culpa abofeteándome con demasiada fuerza, no una, ni dos, me abofetea tres veces. Se había tardado un poco en hacer acto de presencia.

Lo que siento de forma física ni siquiera es lo peor, lo peor es lo que siento de manera moral. No sé qué me pasó, no me gusta tomar de más porque necesito cuidar mi cuerpo, soy un poco estricto con lo que consumo, pero tal parece que la furia que sentía dominó cualquiera otra cosa. Soy un imbécil. El mayor de los imbéciles.

Solo espero que no haya hecho nada estúpido porque sería el colmo de los colmos, lo menos que necesito en este momento son más problemas, ya tengo suficientes como para agregar más a la lista.

Una maldita confusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora