03| Te gusto

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Correr por las mañanas se ha vuelto en la pausa del control remoto de mi vida que detiene cualquier sentimiento negativo que quiera apoderarse de mí, en el tope que frena cualquier pensamiento fugaz que intenta distraerme de mis objetivos, en la a...

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Correr por las mañanas se ha vuelto en la pausa del control remoto de mi vida que detiene cualquier sentimiento negativo que quiera apoderarse de mí, en el tope que frena cualquier pensamiento fugaz que intenta distraerme de mis objetivos, en la alarma que suena en mis oídos y que me recuerda que debo mantener la mirada al frente porque después de todo el camino está delante de mí, no atrás.

Correr se convirtió en mi terapia. En mi método de desahogo.

Últimamente he venido a correr demasiado. Ni siquiera el básquetbol me ha ayudado tanto, al contrario, este ha comenzado a sentirse como una responsabilidad más. Supongo que eso sucede cuando dejas de hacer las cosas por gusto y las comienzas a hacer por obligación. Y eso es lo jodido: dejar de sentir amor por las cosas que te apasionaban.

Todo el peso que siento sobre mis hombros parece estar aumentando más y más y a veces eso suele sobrepasarme a tal punto que quiero lanzar todo a la mierda y mandar los años de esfuerzo por el retrete para ser solo un maldito chico de diecisiete que no tenga tantas responsabilidades.

Solo cuando corro puedo permitirme ser ese chico.

No soy el que debe esforzarse en la cancha, ni el que debe ayudar en casa o el que debe cuidar sus calificaciones para obtener la beca en Mánchester, solo soy el idiota que corre sin sentido y que no le importa quedarse sin aire en el camino.

El viento azota contra mi rostro y parece que puede desaparecer todos mis problemas en un solo movimiento, la música a través de mis auriculares impide que pueda escuchar cualquier otro ruido, incluso mi respiración y los tontos pensamientos que quieren adueñarse de mí. Cierro los ojos durante unos segundos, dejándome llevar por lo que el aire fresco y mis pies contra el pavimento me hacen sentir. Siento que lo demás no importa, ni la escuela, ni mis padres, ni la universidad a la que quiero asistir, ni nada más, solo yo. Importo solo yo. O al menos por un momento.

Me detengo en medio de la acera para tomar aire y para regular los latidos acelerados de mi corazón. He estado corriendo desde hace poco más de una hora y este es el primer descanso que tomo, estuve tan concentrado en correr que me descuidé por completo, sin embargo, eso es lo que más me gusta de salir a correr: desconectarme de todo y todos.

Alzo la mirada hacia al cielo y observo la imagen que tengo delante de mí. El sol está saliendo indicando que ya deben ser más de las seis de la mañana, el cielo se encuentra despejado, un poco extraño considerando que casi siempre está nublado. Esta vista es el recordatorio diario de que debo seguir esforzándome, cada mañana me dice que podré continuar viendo este amanecer desde Mánchester si sigo con la rutina que llevo. Regreso mi atención al frente y suelto un suspiro al notar que estoy a un par de cuadras de casa. Para ser honesto, no quiero volver ahí. Hace tanto tiempo que dejó de sentirse como mi hogar. Si no fuese por Lana, no tendría motivos para regresar.

Cada día me convenzo más de que, a pesar de que amo a mi ciudad y a mi familia, mis sueños están muy lejos de aquí. Quiero abandonarlo todo, no dejar rastro, ir detrás de lo que mi corazón diga. Incluso si eso significa elegir. Siempre lo he dicho, entre mi familia y yo, no dudaré en elegirme a mí.

Una maldita confusiónWhere stories live. Discover now