Jean intenta confesar su atracción hacia Olivia en una fiesta, pero por culpa del alcohol termina declarándose a su mejor amigo, Oliver.
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Cuando invitaron a Jean a la fiesta de una desconocida sabía que debía decir que sí, sobre todo porque ne...
Hace algunos años había escuchado sobre la leyenda de dos chicos que no tuvieron un final feliz.
Uno de ellos era el engreído príncipe heredero a la corona de Karzy y el otro era uno de los más temibles caballeros que servía al entonces reino enemigo, Isarin.
Se cuenta que, así como no tuvieron un buen inicio, tampoco tuvieron un buen desenlace.
El príncipe de Karzy era todo lo contrario a un perfecto monarca: era un pésimo espadachín y odiaba tomar cualquier clase que lo obligase a un esfuerzo físico, no mostraba interés por su pueblo ni por nadie más que no fuese él mismo, huía de las interminables horas con sus institutrices y pocas veces participaba en los eventos del reino.
El caballero de Isarin era la definición perfecta de «fiel sirviente»: era un guerrero por naturaleza, no tenía piedad por nadie, seguía sus ideales, perfecto en combate, defendía a su pueblo sin dudar ni un solo segundo y no había quien no le temiese.
Se conocieron a finales de verano, cuando las hojas de los árboles comenzaban a tornarse rojizas para darle la bienvenida al otoño. El príncipe había ido de casería y terminó perdiéndose en un enorme bosque. El caballero había sido herido luego de una emboscada y se había quedado dormido en uno de los grandes árboles. Cuando el caballero escuchó algunos pasos no dudo en sacar su daga y apuntársela al extraño que tenía delante de él. No sé si estaban destinados a conocerse, si la vida los había juntado a los dos en el mismo lugar a la misma hora o si los astros se alinearon a su favor, pero creo que lo mejor para ambos hubiera sido que no se hubieran conocido.
Supongo que desde el momento en que el próximo rey de Karzy y el defensor de Isarin se enamoraron se supo que su historia no iba a terminar bien. Eran opuestos, enemigos, rivales a muerte.
Uno era duda y el otro era decisión, uno era una suave brisa y el otro una gran tormenta, uno era vida y el otro era muerte.
No tuvieron un final feliz.
Me gusta creer que quizás, en esta vida, tú y yo somos la reencarnación de ese príncipe y el caballero.
¿Será por fin nuestro momento de ser felices?
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