15| Un sentimiento nada nuevo

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Toco la puerta de la oficina de la psicóloga que el entrenador me ha pedido ver y espero unos segundos por su respuesta

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Toco la puerta de la oficina de la psicóloga que el entrenador me ha pedido ver y espero unos segundos por su respuesta. No estoy del todo seguro de estar aquí, pero si quiero que Míster furia me deje participar en los entrenos entonces debo acatar sus órdenes, no tengo opción.

Sé que me había dicho a mí mismo que necesitaba venir, en especial porque no he sido el mejor controlando mi mal temperamento, pero tengo la extraña sensación de que solo será una pérdida de tiempo completa. Lo que dicen de las psicólogas de las escuelas no es nada bueno, he oído que terminan contándole a todo el mundo lo que les confiesas, que eres el tema de conversación de la sala de maestros, que no te toman en serio y que creen que tus problemas son insignificantes a comparación de quienes sí pagan por sus servicios. Estoy convencido de que no voy a hablarle de mis problemas a alguien a quien no le tengo confianza.

La psicóloga no tarda en decirme un "pase". Abro la puerta con sutileza y ella es lo primero que veo. Tiene su cabello negro en un moño desordenado, es de complexión media y tiene un gran lunar al lado de su ojo derecho. Me hace una seña con la mano para que entre y tome asiente. Apenas pongo un pie el estómago se me revuelve y las ganas de querer largarme aumentan. Por alguna razón me siento demasiado nervioso, pero hago el mejor intento por no demostrarlo. No quiero que ella lo note.

Una vez que estoy sentado frente a ella, echo un vistazo rápido. La oficina es pequeña, pero se ve que la ha mantenido muy bien porque está llena de flores, cuadros decorativos y un montón de diplomas en las paredes, las típicas oficinas. No obstante, gracias a la decoración, se siente un poco más cómodo, sin contar que el aroma a café me hace creer que estamos en la cafetería charlando y no a punto de hablar sobre mis problemas.

Regreso mi mirada hacia la psicóloga. Es la primera vez que la miro, ni siquiera estaba del todo seguro si había una en la escuela, muy a mí pesar descubrí que sí cuando el entrenador me dijo la tarde pasada que ya había hablado con ella para que me atendiese. Ojalá se hubiera olvidado. Este lugar me pone demasiado ansioso.

Carraspeo.

—Uhm, buenos días, el entrenador me pidió que viniese.

Asiente con la cabeza y me da una pequeña sonrisa que no ayuda en nada a mis nervios.

—Sí, el señor Carter me dijo que vendrías. ¿Cómo te sientes hoy?

Como la mierda.

—Bien, gracias.

Comienzo a golpear mi pie derecho contra el suelo y a jugar con los dedos de mis manos, no consigo ponerme nervioso con tanta facilidad, sin embargo, el tener que hablar de algo tan íntimo como mis emociones y problemas sí que me causa muchos problemas. Cuando soy consciente de lo que hago me obligo a detenerme, aunque he tratado de ocultarlo presiento que lo ha notado, pero no menciona nada al respecto, solo se limita a verme de manera atenta. Siento que está analizando hasta la forma en la que respiro y la acción me arrebata la tranquilidad.

Una maldita confusiónWhere stories live. Discover now