09| Sí, esta es mi definición de diversión

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—¡Ve más despacio! —Oliver pide entre jadeos

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—¡Ve más despacio! —Oliver pide entre jadeos. Su voz suena bastante cansada.

Dudo unos segundos antes de bajar la velocidad. No sé por qué se queja tanto si ni siquiera estoy yendo rápido. Por lo que a mí respecta estoy yendo muy lento a comparación de lo que normalmente suelo ir, de hecho, ni siquiera he podido ir al ritmo que me gusta por tener que esperarlo. Reprimo las ganas que tengo de bufar.

Pienso en mantener mi velocidad actual porque ya me he retrasado demasiado solo por esperarlo, pero al voltear a verlo y mirar que tiene el rostro completamente rojo, con gotas de sudor cayéndole desde la frente hasta llegar a su mentón y la respiración agitada, casi a punto de desfallecer, me detengo.

Oliver parece agradecer al cielo en cuanto dejo de correr. Lleva sus manos hacia sus muslos, inclinándose hacia adelante para recuperar el aliento. ¿Tan mal la estaba pasando corriendo? ¿Cómo puede ser eso posible? En verdad iba bastante lento porque sé a la perfección que él no es bueno en los deportes, mucho menos cuando de correr se trata, ¿cómo puede cansarse tan rápido si esto no es ni la mitad de lo que corro todos los días?

Iba despacio, no es mi culpa que no sepas correr —reprocho, alzando mi camisa para limpiar las gotas de sudor que empapan mi rostro. Dejo mi abdomen al descubierto por esa acción.

—Le pides demasiado al que no se mueve de su silla. Correr debería ser un delito. —Apenas puedo oírlo, está tomando grandes bocanadas de aire que impiden que lo escuche con claridad.

—Te hubieras quedado en casa si tanto lo odias, tonto.

Levanta la vista hacia mí, viéndome por debajo de sus tupidas pestañas. Al darse de cuenta de la desnudez de mi abdomen sonríe pese a su agotamiento. Esa maldita e irritante sonrisa de los mil demonios. Agh, cómo me frustra. A pesar de que no quiero que me afecte, no puedo controlarlo: su sonrisa cansada va directo a mi pecho.

—Bueno, tampoco está tan mal, de hecho, creo que amo correr. Es mi nueva actividad favorita. Soy el fan número uno de las carreras. Si correr es un delito entonces arréstenme.

Alza sus brazos a la altura de su pecho, fingiendo que quiere que le ponga las esposas. La única razón por la que le pondría esposas sería para dejarlo esposado a un poste de luz un día entero. Blanqueo los ojos y bajo mi camisa para cubrir mi abdomen. Él hace una mueca con los labios.

—Ya que amas tanto correr entonces iré más rápido, estaba siendo considerado porque creía que lo odiabas, pero creo que no lo necesitas, ¿verdad, fan número uno? —me burlo de él, preparándome para correr de nuevo.

La palidez en su rostro regresa y tengo que fruncir los labios para evitar que las comisuras de mis labios se eleven en una sonrisa.

¿No que amabas correr, imbécil?

Doy la vuelta para seguir corriendo y Oliver comienza a rezongar en voz alta, es obvio que quiere que yo lo escuche, sin embargo, lo único que consigue es que yo corra aún más rápido solo para molestarlo. En los próximos minutos corro tan rápido como mis piernas me lo permiten, es casi imposible que él pueda seguirme el paso. Si no era capaz de correr a la misma velocidad que yo cuando mis pasos eran menos veloces, dudo que pueda alcanzarme ahora que voy deprisa.

Una maldita confusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora