Capítulo XI

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Angelo

Diez años. Esa es la edad que tenía Venecia cuando me creó. No pudo soportar ver ese lado cruel y despiadado de su padre. Una lado que la torturaba con el propósito de hacerla más fuerte, prefirió modificar cada dolorosa tortura por un hermoso recuerdo. Cada vez que siente miedo, frustración, aparezco yo. ¿Quién soy yo? Pues me gusta pensar que soy una extención de su enferma mente. Una extención a la cual le gusta matar, que carece de empatía y sentimientos comunes y estúpidos que solo nos hacen débiles a los seres humanos. Algo que claramente Venecia no aprendió.

Me levanto de la cama. Observo a mi acompañante dormir tranquilamente. Su respiración es pausada. Sería el lienzo más hermoso que mis manos crearían, por ahora prefiero que siga con vida durante un tiempo más. Christopher Morgan es una pieza fundamental. Él es el único capaz de acabar con Antoni Macherano de una vez y para siempre. Intenté hacerlo yo misma infinidad de veces, no hay que ser muy inteligentes para darse cuenta de que cada intento fue inútil. Hace más de un año que no podía tomar el control total de mi cuerpo. Supongo que eso se deba a la medicación que ese bastardo creó para su ángel. El ligero dolor en mi entrepierna me confirma que se divirtieron de lo lindo. Me coloco un vestido blanco que pronto será de mi color favorito.

Ya está oscureciendo. Supongo que Venecia desperdició su preciado tiempo en sexo. Mi cuerpo se siente pesado y agotado. El frío cala mis huesos. Me mantengo inexpresiva. Uno de los guardias que Ilenko Romanov tiene afuera de la habitación de su hija tiene un chaleco negro. ¡Me gusta! Sería aburrido pedírselo, así que saco mi navaja y antes de que pueda moverse corto su arteria carótida en un ágil movimiento. Niego ante tal estupidez, el abrigo quedó manchado con su asquerosa sangre. Me coloco a la altura del ahora difunto y se lo quito. Mi cuerpo me agradece el calor.

-¡V! _Grita Amelie Romanov, la prima de Venecia, puedo sentir que la quiere mucho. Sería un golpe emocinal muy fuerte si llegara a atravesarla con mi navaja. La mayoría de las veces ella no recuerda lo que hago. La última vez que logré manifestarme, sentía su voz en mi mente, gracias a dios parece que está ajena a la situación. Debe estar pensando que aún duerme junto a Christopher.

-Hola, hermosa _La saludo con una sonrisa que ella me devuelve. Le entrego una navaja y señalo el cuerpo del individuo. Escuché al Boss hablar de lo orgulloso que se sentía porque su hija heredó sus deseos por ver la sangre correr.

-Gracias. Me gustan los corazones _Musita. Sus pequeñas manos se llenan de sangre, no parece molestarle. Al contrario sonríe como si tuviera frente a ella lo más hermoso del mundo.

-Quedate aquí, por más gritos que escuches, no te muevas _Ordeno y ella asiente. Camino decidida, me detengo ante las palabras de Amelie.

-Quiero un corazón. Son los favoritos de mi león, hace tiempo que mamá me prohibió darle la comida que le gusta _Pide y asiento. Observo la pequeña cabaña de comunicaciones. Hay más de veinte hombre custodiándola y es de suponer que adentro se encuentren más.

Los ataco uno a uno. Van cayendo al suelo sin vida. Entro al lugar cerrando la puerta detrás de mí y observo con una sonrisa a los prisioneros. Algunos son soldados de la FEMF, otros son alcones negros. Sabía que los tendrían aquí. No me inmuto por los golpes en la puerta. Los voy soltando de uno en uno. La sangre cubre mi cuerpo, no se distinguen los colores originales del suelo, o las paredes. Me coloco a horcajadas sobre uno y lo apuñalo tantas veces que termino separando su cabeza de su cuerpo. Sangre, sangre, sangre. ¡Al fin algo de diversión! El último me observa aterrorizado. ¿No se supone que estos hombres están preparados para no temer ante ningún tipo de situación? Tuve un entrenamiento riguroso. Recuerdo la primera vez que fallé.

-¡Eres una inútil! _Grita Antoni Macherano. Golpea mi rostro tan fuerte que caigo al suelo. Escupo sangre. No le digo nada, sé que sería inútil.

Ramé[CM#2]✔Where stories live. Discover now