CAPÍTULO CINCO: Beetlebum

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«Y cuando ella me deja escapar, me enciende y toda mi violencia se va. Nada está mal. Yo solo me desconecto y me voy.  Nada está mal, ella me enciende y yo solo me desconecto y me voy... »

(Blur, Beetlebum, 1997, 1m2s)

Si había una sola cosa que NamJoon jamás podría dejar de hacer en la vida eso era amar a su madre. NamJoon la amaba con todo su corazón y con todas las fuerzas del mundo, sin embargo eso no impedía que no tolerará estar cerca de ella una noche completa desde que entrara a la universidad muchos años atrás. Es que Dios, ella era tan… tan terca, tan insistente y tan exasperante. Oh, pero NamJoon no podía decirle nada, después de todo era su madre de quien hablaba, la mujer a la que le debía máximo respeto.

Esa era, con suma probabilidad, la única razón por la que NamJoon se obligaba así mismo a guardar silencio, mordiéndose la lengua cada que se veía envuelto en alguna conversación con ella. Conversación que siempre giraba en torno al mismo tema. Matrimonio.

—Ni siquiera tendrías que estar aquí ahora con nosotros, deberías estar en un buen restaurante teniendo una agradable y romántica cita —insistió su madre, tomando el jeotgal de la mesa de la cocina, listo para ser llevado al comedor principal—. A tu edad tu padre ya me había propuesto matrimonio.

—Eran épocas distintas mamá —le aclaró con paciencia.

—¿No puedes sólo hacerme feliz?

—¿Acaso no eres feliz? —dijo en son de broma, a modo de amenizar las cosas.

Su madre lo golpeó en la cabeza con una de las toallas de la cocina. NamJoon se rió y aunque ella también sonrió le dejó en claro con la mirada que no iba a desistir. Ya que más le quedaba, por lo menos lo había intentado.

La cena transcurrió con la habitual normalidad que podía esperarse. Todos los invitados sentados a lo largo de la mesa, su familia en un extremo y la familia de los Kim (los otros kim) y los Jang al otro. Se efectuaron los ya acostumbrados rezos para agradecer los alimentos, después la mesa fue simplemente un constante repiqueteo de cubiertos y platos chocando entre sí, mientras los mayores charlaban de la vida, haciendo preguntas, riéndose de chistes anticuados. En cambio los más jóvenes hablaban de sus trabajos y sus familias, en ese grupo estaba NamJoon aunque SeokJin y su familia eran quienes se llevaban toda la atención.

El jefe de policía estaba casado y no solo eso, tenia una niña de escasos dos años y a pesar de que la mayoría de las miradas se las acaparaba la infante, quien apenas podía comer sin ayuda, era la barriga de Park JooYeon la que tenía eclipsados a cuantos estaban ahí, y para disgusto de NamJoon, su madre y hermana estaban incluidas entre ellos. 

—¿Cuántos meses dices? —repetía su hermana como si no le hubiera preguntado cuando recibió a los Kim antes de la cena.

—Pronto serán cinco meses.

—Dios, de pronto siento que mi barriga está vacía —Bromeó GeongMin, abrazándose de repente al cuerpo tenso de su prometido, Lee YoungJae—. ¿No deberíamos darnos prisa y tener un bebé como JooYeon unnie y SeokJin oppa?

El prometido de su hermana casi se atraganta con un bocado de bulgogi, riendo nerviosamente al mirarla. NamJoon lo observó casi con algo de pena aunque la emoción fue rápidamente sustituida cuando ese imbécil lo miró a él y empezó a hablar.

—Podríamos pero… ¿Acaso el hijo mayor no es quien debería dar esa dicha a sus padres antes? ¿El primer nieto no es importante? Pienso que no sería justo quitarle ese derecho a NamJoon hyung.

Maldito hijo de perra. Con todo el respeto que merecía esa pobre mujer, por supuesto. Varios de los invitados, sobre todo hombres jóvenes, se tensaron, también alguna que otra joven demostró incomodidad.

Sostenme en tus brazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora